Sobrevuela mi
pluma.
viejos
atardeceres sombríos,
si la cita es la
excusa,
mi corazón da un
brinco.
Se excita, se
acelera,
ante tan bella
oportunidad,
hablar de dos
hombres,
hombres que son
“de verdad”.
Uno y otro me
hicieron madurar,
cada uno fiel a
su estilo,
ambos cómplices
del niño marino,
me enseñaron a
navegar.
Atravesar mares
enfurecidos,
que la vida te
pone a prueba,
sorteando
barreras y tormentas,
hasta el próximo
puerto, chico.
Ser cortés y
respetuoso,
con cuantos a tu
barco arriban,
tratar con
dulzura a las señoritas,
con tus jefes
ser “caballeroso”.
Aunque digas lo
que pienses,
no trates de
llevar razón siempre,
que la vida te
demuestra,
es más feliz la
cabeza más honesta.
De honestidad
están curtidos,
en batallas con
el destino,
supieron luchar
con valentía,
llevando a casa
el pan cada día.
Y perdieron en
el camino,
ver crecer a sus
hijos,
lo que para
ellos sería necesario,
planear su
futuro, siempre prioritario.
A cualquier tipo
de licencia,
un coche, una
vivienda, un viaje,
sin renunciar al
doctorado en coraje,
o un máster en
educación y prudencia.
Titulados en
cariños desusados,
Príncipes de la
amistad verdadera,
Reyes de las
repúblicas sinceras,
Magos de sueños
alcanzados.
Porque hacen
realidad la ilusión,
porque se seca
mi boca al llamarles,
les digo al
borde de un ataque de emoción,
qué suerte la
mía, amigos, poder citarles.
A mi padre y a
mi suegro,
a Carlos y a Juan,
da igual el
orden, pues mi corazón,
los quiere a
ambos por igual.
Cuídense mis
“abuelitos”,
que siempre
pueda celebrar,
la dicha de
tenerles,
a mi lado hasta
el final.
Y no sufran mis
“prietitos”,
no más tarde va
a ser ya,
cuando una
nietecita les llame,
y de nuevo
vuelvan a llorar.
Pues la vida nos
regala
jardines de
felicidad,
que deben de ser
regados,
ya termina mi
pluma de gotear.
Por su forma de
ser,
por sus modos y
su vida,
quiero
dedicarles, agradecido,
estos versos en
rima.
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