Introducción
Nos hacía el genial pintor francés Henri Matisse una
reflexión que bien puede abrir una puerta a la esperanza ambiental, “siempre hay flores para el que desea
verlas”. Y cuánta razón llevaba. En cualquier lugar, en cualquier país,
existe un atisbo de humanidad, hacia esa parte de nuestro mundo que siempre
está o ha estado presente. Desde tiempos remotos el hombre se ha servido y lo
sigue haciendo, de los recursos que la naturaleza y el planeta Tierra le
brindaba. Pero en los últimos años, en las últimas décadas esta explotación
indiscriminada de toda clase de recursos, ha provocado una serie de problemas y
consecuencias, que en pleno siglo XXI, no queremos apreciar en toda su amplitud e intensidad.
Este artículo quiere poner el énfasis en la herramienta más potente que tenemos
los humanos, que no es otra que la Educación. Una buena educación ambiental a todos
los niveles, académicos, escolares, políticos, sociales, nos debe de servir de
analgésico, y no de anestésico, como nos reitera en más de una ocasión, el gran
escritor Arturo Pérez-Reverte. El conocimiento de lo que está pasando en
nuestro medio ambiente, cómo el avance terrible de la industrialización y de la
tecnología se pliega a los pies de los países más poderosos, sin colaborar en
la minimización de los efectos que los humanos estamos produciendo a la madre
tierra, nos debería de aliviar el dolor una vez que cada uno, desde su estrado,
desde su ministerio, desde su trinchera, aporta su grano de arena, para que la
montaña no se pierda entre burocracias y requisitos legales. Sin embargo, en
muchas ocasiones, el pensar que la situación actual no tiene solución, nos
anestesia, y nos impide ver el horizonte y el magnífico jardín florentino que
podríamos construir entre todos, si entre todos tuviéramos las ideas claras, si
una buena educación la rehogásemos con una pizca de voluntad, para que nuestros
hijos puedan saborear aquellas flores que Matisse nos sugería magistralmente a
través de sus pinceles.
Conceptualización
de Medio Ambiente
Desde la época de los romanos, el medio ambiente como
concepto, ha estado presente en nuestros documentos, así el Derecho Romano, Res Communis Omnium, ya lo recogía. Las
Partidas de Alfonso X el sabio (1290) lo citan como “aquellas cosas que comunalmente pertenecen a todas las criaturas que biven
en este mundo son estas: el ayre, e las aguas de la lluuia, e el mar, e su
ribera….” . Más tarde, en la Edad Moderna, en tiempos de los Reyes Católicos,
con una deforestación importante, se dictan leyes para frenarla en la Novísima Recopilación. Aunque el concepto más
integrador no aparece hasta el siglo XX en nuestra Constitución Española de
1978, en su artículo 45, que lo considera como un bien colectivo y recoge una
preocupación por la defensa del entorno ambiental. Para la Ecología clásica, como
disciplina científica hace referencia tanto a los factores bióticos como los
abióticos que rodean al ser humano y que les afecta directa o indirectamente.
Luego tenemos distintas acepciones, como la visión romántica o naturalista
(aquí aparece de nuevo Matisse y los impresionistas) como bien a preservar, la
visión economicista, como fuente de recursos que aportan beneficio a la
sociedad, o la visión global u holística, que considera al medio ambiente como
un resultante de la transformación de la Naturaleza por parte de la sociedad. Y para
finalizar, la visión del perfecto sensibilizador ambiental, que considera que
todo importa; desde las evoluciones de los factores ambientales, hasta su
aspecto económico y sociocultural.
Antecedentes
históricos de la
Educación Ambiental
Siendo realistas, aunque como hemos visto los romanos ya
observaban su entorno y lo cuidaban, la Educación ambiental surge en la década de los 60
y principios de los 70, en el pasado siglo XX, cuando el deterioro ambiental
alcanza una cota que provoca que los países tengan que tomar partido por
aquello que les envuelve, por aquello que les aporta muchos beneficios
económicos. Así surgen distintos foros y distintas cumbres y reuniones, donde
se comienza a cuestionar el nivel educativo ambiental de la sociedad industrializada de finales del siglo XIX, y que ahora no
puede detener. Desde la Declaración de
Estocolmo en 1972, cuyo principio 19 nos argumentaba “es indispensable una educación en labores
ambientales, dirigida tanto a las generaciones jóvenes como a los adultos, y
que preste la debida atención al sector de la población menos privilegiada,
para ensanchar las bases de una opinión pública bien informada…”. En la Carta de
Belgrado, 1975, se otorga una importancia capital a la educación en los
procesos de cambio. Se recomienda enseñanzas de conceptos teóricos como
prácticos, se definen valores, actitudes, metas, objetivos y principios de la
educación ambiental. Más hacia el este, en Tbilisi, Georgia (antigua URSS), en
1977 se ratifica la incorporación de la Educación Ambiental
a los sistemas educativos mediante estrategias, modalidades y formas de
cooperación internacional. Considerada por los expertos la cumbre que habría de
inspirar todo el desarrollo educativo. Al otro lado del mundo, en la Cumbre de
Río, en la llamada Cumbre de la Tierra, en 1992, en
Río de Jainero, se emitieron varios documentos, con la Agenda 21 a la cabeza que, con tareas
específicas para el siglo XXI, incluyendo el capítulo 36, dedicado íntegramente
a la educación y toma de conciencia. En el año 1987 tiene lugar la Conferencia de
Moscú donde se define de forma precisa la educación ambiental como un “proceso
permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren conciencia de
su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la
experiencia y también la determinación que les capacite para actuar, individual
y colectivamente en la resolución de los problemas ambientales presentes y
futuros” y se elabora el informe
Bruntland desde la
Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo, que también
definió por primera vez el concepto de desarrollo sostenible, cuyos resultados
se presentaron en un documento titulado “Nuestro futuro común”, donde se
proponen las estrategias medioambientales para el desarrollo sostenible. En
2002 se produce la Cumbre de
Johannesburgo, que conmemora el X aniversario de la Cumbre de la Tierra, con la firma de un
plan de Acción y la ratificación del Protocolo de Kyoto de 1997, donde se aisló
de nuevo a EE.UU de los acuerdos internacionales medioambientales. Y en México,
en 2010, se encontrarán de nuevo los países más industrializados y a la vez,
más contaminadores de nuestro medio ambiente, para intentar dar otra vuelta de
tuerca a nuestra conciencia, y ratificar que todos miraremos al mismo
horizonte, añadiendo entre todos, esa pizca de voluntad que necesita nuestro
caldo ambiental.
Sentido de la
educación ambiental
Nos decía un viejo proverbio chino, “Si haces planes para un año, planta arroz. Si haces planes para diez
años, planta árboles. Si haces planes proyectando una vida entera, educa a las
personas”.
Efectivamente, la educación ambiental nace de la toma de
conciencia de la sociedad ante la situación ambiental, o debería de haber sido
el germen, la cual recibe apoyo de organismos, fundaciones, instituciones,
universidades, estados, gobiernos, y la aportación desde el campo educativo,
para que el problema ambiental despierte de su letargo tanto a la sociedad como
a la clase política. Para entender el concepto, como hemos comentado, debe de
establecerse aptitudes, la participación, la conciencia, las actitudes, los
conocimientos y los valores. Y dicha educación ambiental se debe afrontar desde
distintos ámbitos: para el medio, sobre el medio y en el medio.
Según el documento “La agenda 21. Andalucía” la
educación ambiental ha de desarrollar las siguientes premisas; capacitación
social en la búsqueda de información, la difusión de la realidad, la
importancia del consumo responsable, la inclusión de la educación ambiental en los
procesos de formación continua a todos los niveles, el apoyo del asociacionismo
y voluntariado ambiental, para participar activamente, la búsqueda de nuevos
canales de participación administrativa, empresarial, colectiva y ciudadana, el
aprovechamiento de las potencialidades y la adopción de medidas favorables al
medio ambiente, según las características ambientales de cada centro de trabajo.
Por ello el documento “Estrategia andaluza de Educación Ambiental” es necesario
fomentar todos y cada unos de los apartados comentados anteriormente.
Principios de
la educación ambiental
Según el Libro Blanco de la Educación Ambiental
y la Fundación
para la Investigación
y el Desarrollo Ambiental, los principios que han de regir la educación
ambiental serían: implicar a toda la sociedad, buscar soluciones globales a
problemas locales, promover la educación ambiental a escala universal, adoptar
un enfoque amplio y abierto, facilitar la creación de un pensamiento crítico e
innovador, promover la participación, desarrollar una acción educativa
coherente y creíble, incorporar la educación en las iniciativas de política
ambiental, mejorar la coordinación y colaboración entre los agentes, garantizar
los recursos necesarios, generar acción en la sociedad y partir de lo
cotidiano.
“En los momentos
de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”, reflexión de Albert Einstein,
que nos introduce en el mundo de la voluntad, en la que todos podemos
participar, buscando soluciones locales a problemas globales, en las
dificultades es donde se maduran las sociedades, y verdaderamente se cimenta el
futuro, donde se ancla nuestro presente al futuro incierto, pero con un solo
rumbo, con una sola meta, con un objetivo.
Objetivos de la
educación ambiental
Según la
Carta de Belgrado de la Unesco, la meta de la educación ambiental es
formar una población consciente y preocupada por el medio ambiente, el medio
que le rodea y sus problemas, una población que tenga el conocimiento, las
competencias, la predisposición, la motivación y el sentido del compromiso que
le permita trabajar individual y colectivamente en la resolución de los
problemas actuales y para evitar que se vuelvan a producir.
Por lo tanto, ese es el objetivo fundamental, aportar
los mimbres para que la cesta ambiental sea confeccionada con las mejores
garantías, y desde todas las perspectivas y organismos, poder alcanzar la meta final,
debido a que como nos decía Einstein, “el
mundo es un lugar peligroso. No por causa de los que hacen el mal, sino por
todos aquellos que no hacen nada por evitarlo”. Está en nuestras manos, es
nuestro compromiso. Es nuestra responsabilidad hacer de nuestro pueblo, de
nuestro país, de nuestro mundo, un mundo más habitable y menos peligroso,
porque una buena educación ambiental debe ser la respuesta que demos a la crisis
ambiental actual.
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