II.
Por Melilla la Vieja ya
comenban,
el modo en que un joven
militar
cortejaba a una joven
de la ciudad,
hablaban, cuchicheaban,
reflejaban
con palabras la
incipiente amistad
que el legionario había
cimentado
con la sobrina-nieta de
Mustafá,
lanzaban al aire elogios
frescos
que sonaban a versos de
verdad.
Decían que el
almeriense era noble,
si entre mujeres andaba
el juego,
pues tenía carrera de
ingeniero,
y pretendía quererla
sin piedad,
haciendo de su vida un
rosario
de hechizos en la
intimidad.
El primer beso que se
dieron,
fue en el Antiguo Cine
Monumental
a bordo de una patera
de ensueño
pues los tuvieron que
desalojar,
y muy nerviosos y
sonrientes
hasta el Faro se
dirigieron
para con luz sellar su
amor,
una luz que anunciaba
un destino,
un destino que titulaba
desazón.
(segunda parte)
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