Norman
Foster, asegura que el futuro de una ciudad como el Distrito Federal está en
invertir en infraestructura.
Estudió
arquitectura en la Universidad de Manchester y obtuvo después una beca para
proseguir sus estudios en la Universidad de Yale.
¿Qué tienen en común el
Parlamento alemán en Berlín, el Puente del Milenio en Londres, el aeropuerto de
Beijing, y el viaducto de Millau al sur de Francia?
Son
todos íconos futuristas de las ciudades que los albergan, y todos fueron
diseñados por el arquitecto Norman Foster.
El
futuro es su obsesión. Su trabajo es anticiparlo para luego construirlo.
"Para
ser arquitecto tienes que ser optimista. Tienes que creer en el futuro",
define el Premio Pritzker 1999 (el Premio Nobel de la arquitectura).
Desde
las oficinas centrales de Foster + Partners en Londres, el creador británico
describe a Grupo REFORMA el futuro que sueña y que diseña.
Un
futuro donde la gente vive en ciudades cuyas edificaciones les humanizan. Los
conectan con los demás y con su entorno.
"La
arquitectura debe tranquilizarte y darte confianza. Darte la bienvenida y
hacerte sentir bien", afirma con una voz que tiene justo ese efecto.
Nació
en 1935 en Manchester, pero su acento recuerda más a la Cámara de los Lores que
a la industriosa ciudad del norte británico.
"En
un mundo ideal, siempre sabes dónde estás, siempre tienes un punto de
referencia. La calidad de la luz y estar consciente del clima exterior es muy
importante".
Pantalón
de pana azul marino. Camisa blanca estampada con flores y corbata también
azules. Su ropa y sonrisa rápida le rejuvenecen.
Los
enormes ventanales del ala principal de su despacho descubren un típico día de
marzo londinense. Nublado, airoso, frío.
Es casi
la una de la tarde. Sentado de frente al Támesis, Foster ejemplifica.
"En
el aeropuerto de Hong Kong (otra de sus obras reconocidas internacionalmente),
siempre sabes si estás del lado de las montañas o del lado del mar. En una era
digital, los edificios deben representar una experiencia análoga. La peor
experiencia es un mundo digital en una era digital, donde tu único punto de
referencia es una escalera, un pasillo interminable, niveles que no hacen
sentido. No sabes dónde estás. Estás perdido, desorientado".
Desde
el tradicional barrio londinense de Chelsea, a la altura del Puente de Alberto,
las instalaciones de Foster + Partners dominan la margen sur del río Támesis.
En su
compañía trabajan más de mil 200 personas. Mil en la capital británica, y el resto
en alguna de sus 14 oficinas distribuidas por el mundo. Incluyendo Buenos Aires
y Sao Paulo en América Latina.
El
campus, como ellos lo llaman, tiene su epicentro en la edificación principal de
Riverside, complejo que incluye oficinas, departamentos y un gimnasio. Todo
diseñado, obviamente, por Foster.
El
corazón del estudio de arquitectura ocupa los tres primeros pisos del edificio
de ocho plantas ubicado en el número 22 de la calle Hester.
Sobre
la misma calle, dos pabellones de dos pisos cada uno completan el
despacho.
Un
Mercedes negro con placas diplomáticas de la embajada de Colombia espera frente
a la entrada. El arquitecto y su esposa Elena -de nacionalidad española y
psiquiatra de profesión- cenarán en dicha embajada ese día.
Las
charlas que se enciman, acompañadas del sonido de cubiertos al chocar con la
loza, dan la sensación de estar entrando a una cafetería.
Al
final de una larga escalera de mármol negro, la recepción no es más que un
pequeño escritorio de cristal con una Mac encima.
Detrás,
una amabilísima recepcionista francesa controla el acceso y los teléfonos.
Lleva más de 24 años trabajando en el despacho, pero por el entusiasmo con que
lo describe pareciera haber entrado ayer.
Una
barra, también negra, recorre por todo lo alto la escalera. Donde acaba la
barra, una caja registradora marca el inicio de la cafetería. De ahí el
característico sonido ambiente.
Es el
centro social de Foster + Partners. Todavía fuera del área de oficinas.
El
diseño interior evoca modernidad, vanguardia. Aún aquí, la tecnología no tiene
palabra. La red de internet para visitantes no funciona, y nadie sabe bien por
qué.
Un
ancho y corto pasillo conectan la recepción con el área principal de oficinas.
Del lado izquierdo, de piso a techo, un enorme anaquel metálico resguarda una
impresionante colección de maquetas.
Por ese
pasillo aparece Lord Norman Foster, quien ostenta ese título nobiliario desde
1990.
Lo
acompañan su jefa de comunicación, Katy Harris, y dos arquitectos más, uno
mexicano y otro colombiano.
Tras un
breve recorrido, se sienta en una mesa redonda blanca de unos tres metros de
diámetro.
Es su
sala de juntas. Sin paredes o división alguna del resto de la oficina.
"La
escala de la Ciudad de México desafía la imaginación. Es enorme", describe
como introducción a la charla el ganador de más de 600 reconocimientos a nivel
mundial, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2009.
-¿Cómo se mejora una ciudad tan
grande y mal planeada como la Ciudad de México?, ¿por dónde se empieza?
Bueno,
pienso que se empieza por su infraestructura. Atendiendo temas de movilidad.
Reduces la dependencia del automóvil para reducir el tráfico y la
contaminación. Sin olvidar el hecho de que con el tiempo, al evolucionar, los
coches se harán más limpios y amigables.
Atiendes
las puertas de entrada a la ciudad. Cómo llegas, cómo te mueves. Todos estos
son temas de infraestructura. Por eso es alentador que haya un compromiso del
cuerpo político, del Presidente (de México), de invertir en infraestructura.
El
futuro de las sociedades son las ciudades, y el futuro de las ciudades está en
invertir en la infraestructura que permita moverse libre y limpiamente, en la
creación de zonas que se autosatisfacen, en el sentido de que no sean guetos de
la industria o la vivienda, sino que sean una verdadera mezcla y, en ese
sentido, sean más autosustentables.
Así que
¿dónde empiezas?, empiezas con infraestructura. Se trata también de renovar, de
invertir en las nuevas generaciones. Eso es positivo.
-Para un proyecto en México,
¿dónde buscar fuentes de inspiración?
Todo
lugar es especial, y hay lugares que son distintos a cualquier otro. Pienso que
México es uno de esos lugares. Es muy diferente en toda clase de formas
interesantes.
Tiene
una historia extraordinaria en la creación de proyectos a escala de ciudades
con tecnologías que se han desvanecido.
Pienso
en la ciudad azteca, o la ciudad maya, que fueron logros extraordinarios.
Tenemos después distintas arquitecturas importadas, la arquitectura colonial. Y
tienes después un periodo moderno de arquitectura mexicana con elementos que no
existen en ningún otro lugar.
Pienso
en las fachadas con murales muy grandes. Artistas como Rivera u Orozco, y toda
esa generación. Y un manejo muy interesante de las escalas, que quizá tenga sus
raíces en algunos de estos monumentos aztecas y mayas.
Así que
tienes esta gran dimensión monumental, y luego, por supuesto, tienes la
tradición popular de colores extraordinarios ya sea en textiles, telas o
algunos íconos religiosos. Una extraordinaria paleta de colores muy vivos y el
uso del blanco como color de base.
-¿Hay alguna construcción que
le llame la atención en particular?
La
última vez que estuve en la Ciudad de México vi esta ciudad prehispánica en los
alrededores, Teotihuacán. Me pareció increíble. Estuve ahí con mi esposa Helen,
y justo estuvimos hablando de ella.
Me
parecieron increíbles sus fenomenales vistas, y su extraordinaria
infraestructura de agua y drenaje. Era una comunidad muy sofisticada.
Impresionante aún en estos días.
Y, otra
vez, el tamaño. Cuando pienso en eso, es de una dimensión formidable aún ahora.
-¿Digamos entonces que cuando
piensa en arquitectura mexicana piensa en monumentalidad?
Monumentalidad
en su generosidad. Hay una cierta cualidad heroica en ello. Pienso también en
muchos creadores y las tradiciones de Barragán, Legorreta. Todo con formas muy
atrevidas y colores fuertes.
Pienso
en la Universidad (Ciudad Universitaria) y la clase de murales heroicos que son
parte integral de su arquitectura. Así que es la fusión de arte y arquitectura
que pienso que no existe en ningún otro lugar.
Pienso
que el arte de los murales es algo que es muy específico de un periodo en la
arquitectura mexicana.
-En Europa y Asia aseguran que la modernidad
y su obra son la misma cosa. ¿Está de acuerdo con esa definición?
Si la
modernidad es capturar el espíritu de la época y trata de empujar los límites,
pienso que sí.
Se
tienen que lograr cosas con la tecnología de hoy que no eran posibles en épocas
previas, pero al mismo tiempo aprender de la historia, del pasado.
Buscar
diseñar para el futuro con una agenda social, conscientes de que los edificios
tienen que ver con la gente y los retos de la época.
En ese
sentido, si la modernidad es estar a la vanguardia, eso nos impulsa como diseñadores.
Desata nuestra imaginación, nos mantiene y estimula.
Creo
con pasión que trabajamos en los temas de hoy, en temas modernos, siempre
tratando de anticipar el futuro.
Fuente: www.tabascohoy.com