domingo, 18 de julio de 2021

A nuestro pequeño mosquetero

Si el venerable Alejandro Dumas viera la primera foto de nuestro homenajeado en el día de hoy, quizás hubiera cambiado el nombre de su protagonista por Carlos D’Artagnan, porque al igual que conquistó al mismísimo Cardenal Richelieu, nos conquistó a nosotros aquella tarde de octubre de hace unos 5 años. Tú nos proteges de todo mal, sin tener que sacar tu espada, porque con tu inocente mirada derribas a todo aquel que se atreva a acercarse a tu familia. Elegante, dulce, educado, eres como un sabroso pegamento que hace que todos estemos unidos a ti…extiendes tus redes como otro superhéroe que conoces bien, y todos caemos en el saco del amor. Gracias por hacer que ese pegamento no nos aleje de tu inocente mirada, pequeño gran mosquetero.



Si esta mañana, que me he volcado de un tirón el libro de Charles Dickens, que revela la vida de Oliver Twist, te quería, cuando escribo esta dedicatoria y veo tu sonrisa tan noble, verdadera, tan fiel, tan sincera AÚN TE QUIERO MÁS, y no puedo por menos que dar gracias porque la vida te sonríe, y espero que te siga sonriendo, para que nos devuelvas como un espejo mágico, tu felicidad elevada al infinito, porque así entenderé que las vicisitudes que pasó el pequeño Oliver están en las antípodas de tu feliz vida.



Si quieres que te cuente un secreto…no te lo diré muy alto. Fue un viaje espectacular el que hicimos el año pasado a tierras dominicanas…y me encantó verte tan feliz, en una tierra tan lejana como bella. No pierdas la ilusión por viajar, que no dejen de brillar tus ojos ante una nueva aventura por conocer el mundo y nuevas tierras. Nosotros esperamos acompañarte y que ese brillo nos ilumine el camino, porque debes saber que cada estrella que se enciende en el cielo cada noche, nos dice que “LA VIDA ES UNA CASCADA DE RECUERDOS, Y QUE CADA MOMENTO ES UNA AVENTURA”. Te deseamos que esa aventura sea larga y placentera. Feliz cumpleaños.



Bello D’Artagnan…Te queremos tus tíos Ali y Juanji, tus compañeros de aventuras.


Mientras pasaba la noche fría

 

Es probable que haga frío, le digo a mi madre, anudando la corbata con el nerviosismo propio del día y más aún con los rigores de la edad. 31 de diciembre. 22 años. Fiesta de Nochevieja. Amigos y amigas. Entradas en el abrigo. Sonrisas por doquier. Mi padre me presta una corbata de rayas, y un chaleco negro de terciopelo negro, me mira desde la cama de mis padres, pues en su dormitorio es donde me escondo para desvestirme y vestirme para la ocasión, ¿para impresionar a alguien? ¿para gustar a alguien? ¿para conocer a alguien? Había muchas ganas de volver a la fiesta que celebraba un conocido hotel, cuyo nombre recuerda a los héroes romanos y cartagineses que anduvieron por nuestra querida Linares. Aníbal. Qué gran estratega y que buena fiesta la del año anterior. Con el agua de colonia recién puesta y con la prisa en los tobillos me encamino o me despeño escaleras abajo con el traje casi prestado y con mi amuleto de la suerte, que no es otro que mi chaleco de estreno. Así me subo al coche de mi amigo Esteban y quizás, solo quizás, un breve trayecto me separa de la sorpresa. Arremolinados en torno a la puerta de entrada, cientos de jóvenes ávidos de pasar un buen rato, ansían entrar y dejar en el guardarropa su abrigo, para deleitar al personal con sus mejores galas. Así lo pienso hacer. Soltar el abrigo y lucir mi traje con chaleco, pienso mientras bajo las escaleras que me conducen a la fiesta. Y allí comenzó todo. Un breve saludo a la puerta con amigos y su mirada dispuesta a radiografiarme.

Esa mirada influyó en el postrero devenir de la fiesta y de la noche. Fuera hacía frío, pero dentro se gozaba de un clima de euforia colectiva. Esa noche todo el mundo quería ser feliz. Esa Nochevieja era un día nuevo, un año nuevo, una vida nueva por estrenar, como mi chaleco. Y estrené un saludo que no conocía, pues no solía ser tan directo en tan corto espacio de tiempo. Necesitaba mi tiempo, mi distancia. Y apareció ella. Tan bella como aquí la ven. Con su vestido azul de terciopelo y sus sandalias que traslucían que Cenicienta había llegado a la fiesta. Conversamos, bailamos, y tras el riguroso análisis, pues nos besamos. Nos besamos y ya no nos separamos. Yo iba y venía a mi grupo de amigos, pero deseaba volver y seguir hablando con ella. Conocer más de ella. Hasta que el tiempo se paró. Su reloj dejó de dar la hora. Y su mundo se derribó. Como un terremoto de 6 en la escala de Richter. Intentamos que el reloj volviera a dar el tic tac, pero no hubo manera. Y a pesar de que el tiempo se paró, nuestro reloj comenzó a marcar, y marcar, y marcar….Y ya son 23 años, los que separan aquellas noches. Esta noche también es fría, y a veces, nos congela el pensamiento y los nervios tiritan pues no pueden resguardarse, pero el amor los templa, y los somete a pesar de que el termómetro quiera jugar una mala pasada. El amor, que por mi pequeña Cenicienta que se ha convertido en mi esposa Alicia, siempre todo lo puede. Siempre todo lo podrá. Y con el respeto como bandera, como la noche en que nos conoció la vida, y nos juntó el destino, viajaremos a todos los confines de la vida, como la pequeña barca que intenta atravesar el océano, pensando que no tiene un objetivo claro, y teme el ocaso y el iceberg o el naufragio. Mi objetivo siempre estuvo claro. Y siempre estará claro. Que la felicidad esté siempre en nuestra mesa, y que el amor nos abrigue como edredón, y que la salud nos de esperanza, y que la esperanza nos haga viejitos, dándonos un beso cuando regresamos del servicio en plena madrugada, y agarrándonos la mano cuando vemos la televisión, pues mi aventurera enfermera, conquistó mi alma hace 23 nocheviejas para cada año nuevo sentir que brota de nuevo la ilusión, que brota del fondo del corazón la palabra Gracias.

Gracias por todo. Por regalarme tu corazón. Por ser como eres. Por curarme las heridas. Por cuidar mi dieta. Y por tu generosidad, que entregas a todo el mundo. Tú sabes cómo hacerlo. Por tu belleza interior. Y por ser mi vida.

 

Felicidades, y que vengan otros 23 años para seguir descorchando la vida.

            Te quiero.  Tu juanji de siempre…que nunca se fue….

Palabras a mi sobrino Carlos, con motivo de su Primera Comunión

 

Buenas tardes, disculpen que el soliloquio comience con una pregunta compartida, ¿Ustedes creen que estamos ante un niño feliz que hace su Primera Comunión? ¿Carlos, es hoy el día más feliz de tu vida?

Pues siendo hoy, 10 de julio de 2021, el día más feliz, no quiero que mis divagaciones hagan presencia en este día tan hermoso para Carlos y todos los presentes, después de una liturgia tan entrañable, porque hoy hablarán desde un emperador hasta tres grandes padres. En este año que se conmemora el 200º aniversario de la muerte de Napoleón Bonaparte, quien cautivo en la isla de Santa Elena, preguntó a sus generales cuál creían que había sido el día más grande de su vida...y casi al unísono, todos corearon el día de su coronación en la Catedral de Notre Dame de París, el de las principales victorias…y cuando se hizo el silencio, el emperador francés dijo: “El día más hermoso de mi vida fue el de mi Primera Comunión”…Todos mostraron su sorpresa, y a uno de ellos, al general Drouot, se le saltaron las lágrimas…entonces Napoleón le puso la mano en el hombro y le dijo: “¡Bravo Drouot, sois el único que me habéis comprendido!” (sólo deseo Carlos, que tu vida sea tan magnífica y maravillosa, para que este día no sea el más hermoso de tu vida, y vengan muchos días inolvidables para un apasionado de la historia, con tan sólo 10 años).

El primer padre que hará acto de presencia no está en esta iglesia, aunque sí en toda la Iglesia Universal (con mayúsculas), y no es otro que Angelo Giuseppe Roncalli, por todos conocido como Juan XXIII, o más exactamente, San Juan XXIII, el cual siempre será recordado por el cariñoso apelativo de Il Papa Buono, el cual nos dejó para la posteridad, una historia que siempre  relataba a los niños. Cuando se sentaba en la silla gestatoria, la silla en que se sentaban los papas para caminar entre el pueblo (que ahora ya no se usa) contaba que la silla más hermosa en la que fue llevado (mejor que la gestatoria) fue cuando con tan solo 8 años y vivía en Sotto il Monte, un pueblecito a las afueras de Bérgamo, hizo la Primera Comunión. Y cito: “Para ir a comulgar por primera vez tuve yo que recorrer hasta la capilla donde recibía por primera vez a Jesús en el Santísimo Sacramento del altar ocho kilómetros porque vivíamos en el campo y la capilla del pueblo se encontraba a 8 kilómetros. A la vuelta yo estaba muy cansado y me trajo mi padre en sus brazos, y la verdad es que el recuerdo de aquel gesto de amor por parte de mi padre lo llevo por siempre en mi corazón(ya sabes que tu padre te ha llevado en muchas ocasiones, cuando dormido, volvíais a casa, pero también tenías mis brazos y los de toda tu familia y amigos y los seguirás teniendo para que tu cansancio no te derrote nunca…).

El segundo padre de la Iglesia que viene a contarnos una pequeña historia es otro italiano, Giuseppe Melchiore Sarto, nacido en Treviso, Venecia…(¿te acuerdas Carlos de Venecia?), más conocido como Pío X, el cual recibió un día en audiencia a una señora que llevaba consigo a un niño de 4 años… El papa acariciándole le preguntó: “¿Cuántos años tienes?”, “Cuatro – respondió la madre – dentro de dos o tres hará la Primera Comunión”. El papa preguntó al niño con cariño…”¿A quién se recibe en la Sagrada Comunión?”, “A Jesucristo” – dijo prontamente el niño – . “¿Y quién es Jesucristo?”. “Jesucristo es Dios” – dijo el niño con igual presteza –. Entonces el Papa volviéndose a la madre le dijo: “Traédmelo mañana y yo mismo le daré la Primera Comunión”.

(Carlos no esperamos de ti que seas tan rápido respondiendo a todo, pero eres tan inteligente y te esfuerzas tanto en todo lo que haces, que las recompensas vienen solas).

Y por último, el tercer gran Padre, San Juan Pablo II, canonizado por el Papa Francisco el mismo día que a San Juan XXIII, se dirigía a un grupo de niños que hacía la Primera Comunión en la Basílica de San Pedro en 1979,  y les decía:

“Vosotros sois los predilectos de Jesús…Queridos niños y niñas, os habéis preparado para la primera comunión con mucho interés y mucha diligencia, y vuestro primer encuentro con Jesús ha sido un momento de intensa emoción y de profundad felicidad.  ¡Recordad siempre este bendito día!

Y a vosotros, padres y familiares, os digo con preocupación y confianza: ¡amad a vuestros niños, respetadlos, edificadlos! ¡Sed dignos de su inocencia y del misterio encerrado en su alma, creada directamente por Dios! ¡Ellos tienen necesidad de amor, delicadeza, buen ejemplo, madurez! ¡No los desatendáis! ¡No los traicionéis!...”

Eso que les pidió San Juan Pablo II a aquellos padres y familiares y amigos, os pido a todos vosotros, que respetemos a Carlos, que lo amemos, y celebremos su inocencia, porque él con su sonrisa y con su amor que derrocha en ese cuerpo marinero, nos conquista a todos cada día. Felicidades por éste, tu gran día. Te confieso que mi gran día amaneció en este altar, hace casi 17 años, cuando la tita Ali y yo nos casamos. Te queremos. Te querremos siempre.

Iglesia de San Francisco, 10 de julio de 2021