Es
probable que haga frío, le digo a mi madre, anudando la corbata con el
nerviosismo propio del día y más aún con los rigores de la edad. 31 de
diciembre. 22 años. Fiesta de Nochevieja. Amigos y amigas. Entradas en el abrigo.
Sonrisas por doquier. Mi padre me presta una corbata de rayas, y un chaleco
negro de terciopelo negro, me mira desde la cama de mis padres, pues en su
dormitorio es donde me escondo para desvestirme y vestirme para la ocasión,
¿para impresionar a alguien? ¿para gustar a alguien? ¿para conocer a alguien?
Había muchas ganas de volver a la fiesta que celebraba un conocido hotel, cuyo
nombre recuerda a los héroes romanos y cartagineses que anduvieron por nuestra
querida Linares. Aníbal. Qué gran estratega y que buena fiesta la del año
anterior. Con el agua de colonia recién puesta y con la prisa en los tobillos
me encamino o me despeño escaleras abajo con el traje casi prestado y con mi
amuleto de la suerte, que no es otro que mi chaleco de estreno. Así me subo al
coche de mi amigo Esteban y quizás, solo quizás, un breve trayecto me separa de
la sorpresa. Arremolinados en torno a la puerta de entrada, cientos de jóvenes
ávidos de pasar un buen rato, ansían entrar y dejar en el guardarropa su
abrigo, para deleitar al personal con sus mejores galas. Así lo pienso hacer.
Soltar el abrigo y lucir mi traje con chaleco, pienso mientras bajo las
escaleras que me conducen a la fiesta. Y allí comenzó todo. Un breve saludo a
la puerta con amigos y su mirada dispuesta a radiografiarme.
Esa
mirada influyó en el postrero devenir de la fiesta y de la noche. Fuera hacía
frío, pero dentro se gozaba de un clima de euforia colectiva. Esa noche todo el
mundo quería ser feliz. Esa Nochevieja era un día nuevo, un año nuevo, una vida
nueva por estrenar, como mi chaleco. Y estrené un saludo que no conocía, pues
no solía ser tan directo en tan corto espacio de tiempo. Necesitaba mi tiempo,
mi distancia. Y apareció ella. Tan bella como aquí la ven. Con su vestido azul
de terciopelo y sus sandalias que traslucían que Cenicienta había llegado a la
fiesta. Conversamos, bailamos, y tras el riguroso análisis, pues nos besamos.
Nos besamos y ya no nos separamos. Yo iba y venía a mi grupo de amigos, pero
deseaba volver y seguir hablando con ella. Conocer más de ella. Hasta que el
tiempo se paró. Su reloj dejó de dar la hora. Y su mundo se derribó. Como un
terremoto de 6 en la escala de Richter. Intentamos que el reloj volviera a dar
el tic tac, pero no hubo manera. Y a pesar de que el tiempo se paró, nuestro
reloj comenzó a marcar, y marcar, y marcar….Y ya son 23 años, los que separan
aquellas noches. Esta noche también es fría, y a veces, nos congela el
pensamiento y los nervios tiritan pues no pueden resguardarse, pero el amor los
templa, y los somete a pesar de que el termómetro quiera jugar una mala pasada.
El amor, que por mi pequeña Cenicienta que se ha convertido en mi esposa
Alicia, siempre todo lo puede. Siempre todo lo podrá. Y con el respeto como
bandera, como la noche en que nos conoció la vida, y nos juntó el destino,
viajaremos a todos los confines de la vida, como la pequeña barca que intenta
atravesar el océano, pensando que no tiene un objetivo claro, y teme el ocaso y
el iceberg o el naufragio. Mi objetivo siempre estuvo claro. Y siempre estará
claro. Que la felicidad esté siempre en nuestra mesa, y que el amor nos abrigue
como edredón, y que la salud nos de esperanza, y que la esperanza nos haga
viejitos, dándonos un beso cuando regresamos del servicio en plena madrugada, y
agarrándonos la mano cuando vemos la televisión, pues mi aventurera enfermera,
conquistó mi alma hace 23 nocheviejas para cada año nuevo sentir que brota de
nuevo la ilusión, que brota del fondo del corazón la palabra Gracias.
Gracias
por todo. Por regalarme tu corazón. Por ser como eres. Por curarme las heridas.
Por cuidar mi dieta. Y por tu generosidad, que entregas a todo el mundo. Tú
sabes cómo hacerlo. Por tu belleza interior. Y por ser mi vida.
Felicidades,
y que vengan otros 23 años para seguir descorchando la vida.
Te quiero. Tu juanji de siempre…que nunca se fue….
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