El blog de Juan José Argudo García.
Un lugar donde archivar mi actividad literaria y otras inquietudes sobre arquitectura, ingeniería, urbanismo, literatura, escritores, libros, agua, energía, ciencia, música,...
Fiel a mi cita mensual con la revista - maravillosamente editada - ARQUITECTURA Y DISEÑO, os dejo algunas pinceladas de un reportaje titulado como esta entrada "La casa que ahorra", por David Quesada.
Espero que os resulte ilustrativo, cuánto camino nos queda por recorrer en nuestras viviendas para acomodar nuestro bienestar o confort al "confort" energético necesario y sin derroches de materiales, recursos y servicios, conseguir entre todos reducir en nuestro mundo las emisiones GEI (gases de efecto invernadero) y propiciar una "sostenibilidad" no de parche y pandereta, y sí con acciones tangibles y reales.
En nuestras manos está...
INTRODUCCIÓN
- El consumo básico de una casa (agua - luz - gas ) se ha encarecido un 50% desde finales del 2007 (momento en que comenzó la crisis).
- Por ende, los hogares españoles pagan un 23% más en la factura energética, provocando un despilfarro energétcio y por lo tanto, tenemos un potencial de ahorro importante.
- Por lo tanto, los hogares españoles podrían ahorrar unos 5.500 millones de € al año mejorando su eficacia.
- El IEE (Índice de Eficiencia Energética) que cada año elabora Gas Natural Fenosa de los españoles en el año 2013 fue de 6,45 respecto a 10, frente los 6,61/10 del año 2012. Tenemos pues un potencial de ahorro de un 23,3 % en la factura energética.
* La falta de Calidad de los edificios construidos es la Espada de Damocles, pues el 90% de los edificios españoles tiene pérdidas de energía. Esto nos da la siguiente ecuación:
MALA CALIDAD + SUBIDA DE LA LUZ + BAJADA DE LAS RENTAS = POBREZA ENERGÉTICA EN EL AÑO 2012 de unos 7 millones de españoles.
* Por lo cual, debemos pedir a la Arquitectura que construya a favor de la responsabilidad:
- Cambios Normativos (Certificado de Eficiencia Energética de Edificios o el Nuevo DB de Ahorro de Energía del CTE, debería permitir una Construcción Sostenible en España que contribuya al Objetivo de la UE: 20 - 20 - 20
* 20 % de reducción de la energía primaria que consumimos
* 20 % de reducción de las comentadas emisiones GEI
* 20 % de contrubución de las Energías Renovables en el consumo final, puesto que el 50 %de la energía que se consume en los edificios, se produce en las VIVIENDAS.
* UNA PIEL RENOVADA
- La rehabilitación es la mejor forma de contrarrestar la mala calidad energética de una vivienda. Ejemplo: La inyección de lana mineral o de roca (tipo Rockwool o Supafil) en la cámara de aire de la fachada, mejoraría el aislamiento térmico y acústico, o también sistemas de obra en seco, por ejemplo, instalando los paneles KNAUF AQUAPANEL, para fachadas que aminora el tiempo de instalación y por lo tanto, aumenta el ahorro económico.
* RESIDUOS
- Cada europeo genera 6 th de residuos al año, de los cuales solo el 50% van a vertedero "controlado", por lo que debemos de educar en la gestión inteligente de los recursos. La campaña GENERATION AWAKE de la Comunidad Europea (www.generationawake.eu), donde los ciudadanos pueden recorrer las distintas estancias de la casa, y comprobar qué acciones diarias pueden hacer para contribuir a ahorrar recursos, y producir menos basura.
* AISLAMIENTO
- Los aislamientos de madera presentan ciertos inconvenientes, puesto que los tableros de fibras presentan inestabilidad en el tiempo frente a los materiales plásticos.
- Por ello, investigadores del Wilhem - Klauditz - Institut en Braunsweig están diseñando un aislamiento en forma de espuma proyectada a base de partículas de madera, de origen ecológico y reciclado.
* GESTIÓN DEL AGUA
- eL 65 % del agua que consumimos en la vivienda es para aseo personal. Por ello, una ducha con una grifería eficiente gasta 50 litros, frente a los 150 litros de una bañera llena.
- El modelo RAINDANCE SELECT de Hansgrohe, es eficiente, y gasta solo 9 litros por minuto, que provocaría un ahorro de 340 € / persona / año.
- Otros modelos, nos permiten solo abrir el grifo de agua fría, debido a que si se abre en el centro, se comienza a gastar energía para calentar el agua. El modelo Grohe RED cocina, dispone de agua hirviendo y agua fría al instante, con el ahorro de tiempo y dinero.
* HUMEDADES
- las humedades - un problema estético y economico - también resultan un problema energético, debido a que aumentan la humedad relativa del ambiente, y por lo tanto necesitamos más energía para calentar nuestra vivienda, aumenta pues la factura energética.
- Disponer de un diagnóstico adecuado de cualquier patología en fachadas e interiores permite establecer el tratamiento adecuado. * CORTINAS
- Investigadores de la Universidad de Berkeley (CALIFORNIA) están diseñando unas cortinas que se activan en respuesta a la luz . Cortinas inteligentes, formadas por nanotubos de C, con un espesor de un átomo, en capas dentro de una membrana de policarbonato. Los nanotubos absorben la luz y la convierten en CALOR, que provoca que se expanda la membrana de plástico (PC).
- Serían el complemento ideal de los edificios inteligentes, debido a que no necesitan energía para activarse.
* CIERRES
- Si queremos disfrutar del paisaje sin perjudicar el confort interior, una buena ventana es imprescindible para evitar fugas energéticas. Los modelos más eficientes tienen una Transmitancia Térmica (U) < a 2 W/m2K, incluso los hay < 1 W/m2xK.
- Saint - Gobain, ha desarrollado un vidrio selectivo (PLANITHERM 4S) para el clima mediterráneo: permite el paso de la luz pero bloquea el calor, evitando el sobrecalentamiento del interior.
Fuente: Revista ARQUITECTURA Y DISEÑO, nº 159 Ed. RBA
Norman Foster confirma que no instalará su Fundación en Madrid: “He sido un ingenuo”
El arquitecto contestó la semana
pasada a la misiva enviada por el COAM. No hay marcha atrás: "la
decisión está tomada". Y se lamenta de que algunos no han sabido
comprender la envergadura de su proyecto.
El arquitecto británico de renombrada fama mundial, Norman Foster, amigo personal de la Reina española, ha contestado por carta a la misiva que le envió el colegio de Arquitectos de Madrid (COAM), pidiéndole que reconsiderara su postura y que puede ser leída íntegramente aquí. Foster, por si había alguna duda, confirma su decisión y lamenta su ingenuidad.
Todo ello, a pesar de que se comentaba desde fuentes políticas que el Ayuntamiento de la capital intentaba reconducir la situación, intentando convencer a Foster de que instalara definitivamente su Fundación.
“Nuestra decisión de no seguir adelante con el establecimiento de la
sede principal en Madrid (…) se tomó tras intensos debates agónicos”,
afirma, y deja caer lo que se pierde la capital con ello: “un foro
público donde pudieran debatirse múltiples asuntos sociales de gran
importancia, así como fomentar los vínculos entre la arquitectura, la
urbanidad, el diseño y el arte”.
Foster, quien se reconoce “conmovido” por el interés del COAM por
evitar el desastre, afirma que “quizás fue un poco ingenuo esperar una
transición armoniosa, con trabajos en un edificio protegido por su
interés histórico y que con un plazo de tiempo tan ajustado pudiera
inaugurarse a tiempo para mi octogésimo cumpleaños. Tal vez pensamos que
nuestra iniciativa se vería como lo que realmente es: algo socialmente
motivado y que aquellas personas involucradas también lo fomentarían”.
Los famosos garabatos...
Pero no pudo ser. Foster se llevó su proyecto ante las objeciones
puestas desde el Ayuntamiento a su proyecto. Desde el despacho británico
protestan, no tanto por las consideraciones técnicas, sino por el trato
displicente, en un episodio en la Cipham en el que el proyecto fue garabateado, tras lo que se retiró en el acto. Algo que ha provocado algunas quejas entre arquitectos.
Así, las críticas hacia el jefe de control de edificabilidad del Ayuntamiento, Norberto Rodríguez, no han cesado desde entonces y el COAM, en una iniciativa loable aunque tardía, maniobró para intentar dar marcha atrás.
Pero la contestación de Foster es meridiana: “Con tristeza, lamento decirle que la decisión ya ha sido tomada”.
Quizás
si miro de soslayo su muñeca izquierda solo vea moverse una leve aguja plateada
que – de forma impenitente – gira alrededor de una esfera que marca – de forma
irremisible – el paso del tiempo, que pronostica el cambio de estación o la
aparición de una nueva cana. Pero es por ello que – si se detiene en alguna de
las esferas que lo acompaña en esta excursión que es la vida – solo deba mover
la corona y detenerla durante un minuto - sin su leve penduleo-para que aprecie todo lo que la vida te
depara en 60 segundos.
No
dispone de ningún reconocimiento internacional de diseño, pero planifica su
vida profesional, laboral, personal y familiar con la destreza de un urbanista
con el mejor portaminas en las manos, otorgando al que la acompaña en esta
aventura, una relajada tranquilidad, sabiendo que quien ha calculado los
pilares, es la mejor de las enfermeras, que quién ha elegido los materiales
para la fachada, tiene aún mejor criterio para el diseño de almas interiores.
Puede
ser que no aparezca en las portadas de las revistas más especializadas, pero
brilla con luz propia en cada receta que dispensa, en cada medicamento que le
obliga a tomar, en cada ungüento que extiende con la facilidad del oficial que
– de forma experimentada – enluce y enfosca una leve pátina de la cueva, que
habita en compañía del que suscribe. Sería capaz de hacer brillar el sol con la
peor de las tormentas y de sofocar un incendio con su sonrisa y el brillo de
sus ojos; es más, podría regalar su perfume más preciado si no consigue alegrar
el día a su compañero infatigable con el condimento más preciado y más deseado
por todos: el AMOR.
Por
ello, siendo doctora en todos los requisitos relacionados con la cocina
tradicional; amantes y amados, esposos y esposas, novios y novias, aspirantes a
poetas y Julietas en apuros, deberían aprender de ella, la excelsa culinaria
que – entre col y col – negocia los intereses de la comunidad de vecinos o sin despeinarse, diseña
de forma precisa y puntual, el devenir de su familia entera.
Porque
estos sesenta segundos pueden ser una eternidad o el comienzo de una bella
amistad, me he decidido a felicitarle sus 36 primaveras de la mejor forma que
puedo hacerlo, ahorrando para el mañana y gastando lo imprescindible; unas
líneas que vengan a esculpir en su alma un GRACIAS tan enorme como merecido,
unas palabras que vengan a edificar en su corazón, hermosas melodías disparadas
con instrumentos certeros, con las medidas correctas, porque la arquitecta de
mi vida necesita de los mejores materiales que existan en el mercado:
fidelidad, lealtad, comprensión, entrega, generosidad y por siempre y para
siempre,el AMOR de este ingeniero que
sin quererlo, verá refrescarse el sol en la playa de poniente a su lado,
mientras que el tic tac del reloj – que llevará en su mano izquierda – indique
que aún queda un sorbo de vida en el gaznate, un sorbo de aliento que compartir
con ella, con la dueña de su corazón. Mi arquitecta preferida.
¡¡Felicidades!!
Porque haces que cada día sea un nuevo proyecto que construir juntos.
( A Alicia, con motivo de su cumpleaños en el día de San Isidro)
'Para escribir, uno tiene que tener la preferencia de no vivir'
El autor francés, de gira por Murcia y que prepara novela, habla sobre el oficio de escribir.
El escritor, durante la inauguración del 'Rincón del Lector Michel Houellebecq' en Molina de Segura.
Cobijado en su fatigada parka camel, de la que no se despega desde
hace años, Michel Houellebecq (Reunión, 1956), el último maldito de alto
rango para el mundo editorial, otea las profundidades de la librería de
Cartagena -más tarde allí presentará un nuevo libro con el periodista
Fabianni Belemuski- buscando una isla de confort para alejar a esa
maraña de lectores que le aguardan. Junto con el cantante Jean Louis
Aubert, acaba de publicar 'Les parages du vide', un disco donde se
musican algunos de sus poemas. Prepara también una nueva novela, de la
que nada se sabe, y en un mes verá la luz la adaptación al cómic de
'Plataforma'.
Hace 10 años que adelantó en una novela cómo sería el deterioro de
las interacciones sociales, ¿no le sorprende que la gente siga acudiendo
a este tipo de actos?
Estos encuentros sólo resultan interesantes para los lectores.
Hablar delante de tanta gente a veces me bloquea. Y sí, en Francia
existía el Minitel en los 80. No era difícil predecir lo que ocurre
ahora.
Después de tanto mirar, ¿cómo se prepara para seguir atendiendo a la mirilla?
Hay que quedarse inmóvil y no participar.
Quizá por esto le gusta tanto cambiar de país para vivir.
Nunca tengo la sensación de estar en casa, sea el lugar que sea; puede que sea un nómada existencial.
¿Pero vive escondido para protegerse exactamente de qué?
No, uno se adapta para no tener problemas. Este sistema busca
destruirnos. No hay manera con que protegerse. Destruye al individuo con
reglamentaciones fastidiosas y que resultan tan inútiles. El individuo
siempre pierde.
¿Este pesimismo desde el que abre su literatura es una máscara o una treta para sobrevivir?
Esta es una perspectiva muy antigua. De hecho existe desde la
Revolución Francesa. Antes no había ni pesimismo ni optimismo. Lo que me
interesa es el concepto, la idea de que las personas pueden cambiar, y
esto no existía antes de la Revolución. Me siento mucho menos pesimista
que los autores de finales del siglo XIX.
¿Sobre qué sentimientos se construye su obra?
Tendría que pensarlo con detenimiento. Sobre todo diría que la inadecuación social.
¿Qué nace antes? ¿Las historias o sus personajes?
Lo primero que viene son los personajes, el mundo y el submundo que
los une. La historia es una posibilidad, una exageración que se da más
adelante.
En cuanto a la necesidad creativa de hacer novela o poesía, ¿también hay distinción?
En el caso de la novela hay que tener pensamientos inexpresados
antes de escribir, luego perseguirlos durante un tiempo, vigilarlos, no
perderlos de vista. Respecto a la hora de hacer poesía, ésta no precisa
pensar en nada porque todo fluye tan rápido... Surge para liberarte.
Cuando termino una novela siento un vacío enorme, cuando termino una
poesía no siento nada porque es algo que viene al instante o no viene.
En su novela 'El Mapa y el territorio' se hace un 'selfie' narrativo.
Era necesario incluirme en la novela porque en Francia no había
nadie que se pareciera más que yo para ocupar ese personaje. De las tres
apariciones, diré que la primera es la más próxima a lo que soy y en
las dos restantes juego un poco con la caricatura.
Hace no mucho volvía a vivir en Francia. ¿Ha empeorado con Hollande?
Sí. Hay una limitación de las libertades creciente y una tasa de
impuestos tan alta que hace que los jóvenes talentosos quieran irse.
Y a todo esto, ¿el ascenso del Frente Nacional es un síntoma de qué?
Es la estrategia de los socialistas para permanecer en el poder, y funciona.
No le gusta dar consejos, ¿pero qué se necesita hoy para escribir?
Hoy no basta sólo con ser un desgraciado. Para escribir uno tiene
que tener la preferencia de no vivir. Es decir hay que aprovechar la
mañana porque es donde nunca pasa nada e intentar que no siga pasando
nada durante mucho tiempo. Es sencillo, es una elección: o se vive mucho
o se escribe.
El arquitecto que dio vida al Guggenheim de
Bilbao fue premiado con el Príncipe de Asturias de las Artes por la
relevancia y repercusión de sus creaciones
«Por la relevancia y repercusión de sus creaciones
en numerosos países, con las que ha definido e impulsado la
arquitectura en el último medio siglo». Por edificios que «se
caracterizan por un juego virtuoso con formas completas, por el uso de materiales poco comunes, como el titanio, y por su innovación tecnológica,
que ha tenido repercusión también en otras artes». Por un edificio
representativo de esta arquitectura «de carácter abierto, lúdico y
orgánico», como es el Museo Guggenheim Bilbao, que «además de su excelencia arquitectónica y estética, ha tenido una inmensa repercusión económica, social y urbanística en todo su entorno».
Por todo ello, un jurado,
presidido por José Lladó, e integrado por el duque de Huéscar, Carmen
Giménez, Enrique González Macho, Catalina Luca de Tena, Elena Ochoa,
Patricia Urquiola, Carlos Urroz y Miguel Zugaza, entre otros, otorgó
ayer el Príncipe de Asturias de las Artes a Frank Gehry, un arquitecto incuestionablemente fundamental en la historia de las cuatro últimas décadas del siglo XX, en la que idéntico peso juegan tanto sus luces como sus sombras.
«Me siento profundamente honrado por recibir este
prestigioso premio. España tiene un importante lugar en mi corazón y en
mi historia personal. Aunque soy de Canadá y de Estados Unidos, siempre
me he sentido en España como en casa. Es muy gratificante para mí formar
parte de la historia de este importante galardón», dice el arquitecto.
-¿Cómo ha recibido la noticia?
-Ha sido realmente una gran sorpresa. Ni siquiera tenía
idea de que era un candidato potencial a recibir este reconocimiento. Me
siento honrado. La entrega del premio coincide además con la fecha en
que está prevista la apertura del Centro de Creación para la Fundación
Louis Vuitton en París.
-Concluido éste, ¿qué nuevos proyectos tiene ahora mismo en marcha?
-Dos en Berlín. Un edificio en Alexanderplatz y una pequeña
sala de conciertos para la Baremboim-Said Akademie, que ya está
construyéndose. Éste es un proyecto que me hace particular ilusión.
-No puede decirse que la trayectoria de Frank Gehry esté cerrada. Sigue usted trabajando vigorosamente.
-Creo que de todas formas estoy en un lugar distinto al de
las generaciones más jóvenes. Trabajo pero no les presto demasiada
atención. A mi edad, quizá uno ya no tiene que preocuparse tanto de
hacerlo.
-De todas formas, ¿qué arquitectos jóvenes le resultan interesantes en este momento?
-Ésa es una pregunta algo comprometida. Me interesan mucho
Greg Lynn, Zaha Hadid, Rem Koolhaas, Thom Mayne, Kevin Daly... De entre
los arquitectos en España me resulta interesante Benedetta Tagliabue,
creo que tiene talento, aunque confieso que no estoy muy al tanto de sus
proyectos más recientes.
-Transcurridos
ya diecisiete años de la inauguración del Museo Guggenheim Bilbao,
¿cómo valora el impacto que este edificio ha tenido y su trascendencia?
-Sinceramente, ha resultado algo que no esperaba. Lo más
gratificante ha sido poder mantener una relación cordial con el equipo
con el que estuve trabajando durante aquel tiempo, y haber podido
regresar recientemente para una fiesta que el museo organizó por mi
cumpleaños. Durante ésta, me agradecieron por todos los beneficios que
el edificio ha logrado traer a la ciudad a lo largo de estos años; ha
generado mucho turismo. Me alegra mucho también saber que el ambiente
político se ha tranquilizado en estos años.
-Quedó entonces un vínculo sentimental fuerte con el edificio y Bilbao.
-Absolutamente. Me emocionó hasta hacerme llorar.
-¿Y cómo
valora el impacto, la influencia que el edificio ha ejercido a escala
global? El Guggenheim Bilbao se convirtió en un referente crucial tras
su construcción.
-Francamente, a mí me resulta muy difícil poder analizar mi edificio desde esa perspectiva.
-El
escenario mundial se ha transformado notablemente desde mediados de los
90. ¿Reconoce usted esa transformación? ¿La ha advertido de alguna forma
su arquitectura?
-Yo no percibo el efecto de la crisis en mi arquitectura.
Mis edificios siempre se han ceñido de manera muy rigurosa a los
presupuestos. El Guggenheim Bilbao se construyó sin que hubiera el menor
aumento respecto al presupuesto inicialmente establecido, y puede
decirse que para los parámetros actuales no fue en absoluto un edificio
caro. Crecí con una especie de conciencia socialista: la idea de hacer
cosas para ofrecerlas a la gente y creo que puede decirse que la
austeridad forma parte intrínseca de mi ADN.
Arquitecto cuestionable, pero imprescindible
F. M. BARCELONA
Señala el comienzo de la carrera de
Frank Gehry (Toronto, 1929) su propia residencia, una casa en Santa
Mónica construida en 1978 y que llamaba la atención por el uso de
materiales brutos y la aplicación de unas técnicas constructivas que
conferían un aspecto incompleto e inestable a la estructura. El Príncipe
de Asturias se suma a una larga lista de galardones, entre los que se
cuenta el Pritzker en 1989, años antes de la culminación del que no es
su único edificio paradigmático, pero que se convirtió en un crucial
punto de inflexión en la corriente de la arquitectura contemporánea: el
Museo Guggenheim Bilbao, obra que se convertiría en un referente a
escala global para demostrar la capacidad reactiva de la arquitectura
para regenerar y potenciar a una ciudad. Derivaría de él el llamado
«efecto Guggenheim», que acabaría degenerando en muchos casos en
síndrome, en una malsana obsesión global por los edificios icónicos.
Su proyecto para las Bodegas Marqués de Riscal, su
siguiente proyecto en España (2006) -el primero en nuestro país, el pez
de la Villa Olímpica de Barcelona, es de 1992− avisaba de la caída en la
autorreferencia en la que su arquitectura ha ido incurriendo en las ya
casi dos décadas transcurridas desde el hito bilbaíno, cuyo antecedente
obvio era el proyecto (por entonces, cancelado) del Auditorio Walt
Disney en Los Ángeles, que acabaría inaugurando en 2003. La etiqueta «el
nuevo icono de Frank Gehry» se ha ido convirtiendo en un recurrente
eslogan para proyectos que exigían el aplauso meramente por portar esa
firma, carentes ya del vigor e interés que suscitaron en el pasado obras
como el Museo Vitra, el Centro Maggie para enfermos de cáncer en
Dundee, el Chiat/Day, realizado junto a los artistas Claes Oldenburg y
Coosje van Bruggen; el Museo Frederick Weisman, la Cinemateca Francesa o
«Fred y Ginger». En la última época, por agotamiento y reiteración de
su lenguaje, Gehry ha pasado de iconoclasta a previsible con edificios
como el Guggenheim Abu Dhabi, el campus para la Universidad de
Tecnología de Sidney, la torre con su nombre en Spruce Street (Nueva
York)...
Gehry podía alzarse como el individuo demasiado excesivo,
demasiado grande para su propia época, capaz de jugar a ser arquitecto
respetado y celebridad a la que le gustaba dejarse ver como mentor de
Brad Pitt, o protagonizar un documental dirigido por Sidney Pollack. Con
el tiempo esto puede verse como una cierta arrogancia que le ha llevado
a proyectos tan formalmente grotescos como el Instituto de
Investigación Neurológica Lou Ruvo (2010) o a desdeñar las críticas
recibidas al proyecto para un elitista complejo residencial en Londres
en estos momentos de crisis. Un arquitecto cuestionable quizá, pero, sin
duda, imprescindible para comprender el presente arquitectónico.
Con motivo de la Feria del Libro de Buenos Aires, a la que Arturo Pérez-Reverte acude cada año, os dejo una entrevista concedida al medio LA NACIÓN publicada el pasado 25 de abril de 2014.
La casa de las palabras podría ser el escenario de una de sus novelas. Arturo Pérez-Reverte
se mueve por los salones decimonónicos del palacio de la Real Academia
Española con la naturalidad de un hombre en su refugio. O quizás haya
que suponer, viniendo de este escritor curtido en guerras lejanas, con
el vértigo contenido de un soldado en su trinchera. Porque apenas rompe
el silencio que retumba en esas paredes de viaje en el tiempo,
Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) deja en claro que vive en un mundo que
lo enoja. Un mundo de incultura, de hipocresía, de "sinvergüenzas
analfabetos" en el poder y de gente que ya no lee.
Como no puede arreglarlo, escribe sin descanso
. "Para mí escribir novelas es una forma magnífica de soportar un
presente que no me gusta. No es que me haga olvidar, pero me permite
soportarlo. Dentro de la novela, tú puedes adjudicar premios y castigos,
administrar justicia, puedes ser noble si lo quieres, ser malvado.
Puedes hacer cosas que dan sentido a la vida." Clava la mirada y explica
que todas sus novelas hablan de ese presente, del fin de época que
transita Occidente. "Yo recurro a un truco cultural. Puedo hablar de un
húsar, de un maestro de esgrima, de un bailarín de tango en los años 20 o
de un soldado de los tercios de Flandes pero siempre estoy hablando de
ahora."
Elocuente en la introspección, el autor de La tabla de Flandes
admite que lucha contra la amenaza de acomodarse en la indiferencia.
También contra la autocomplacencia del éxito. Se reconoce como un
"escritor profesional" obligado a desarrollar una lucidez especial para
no repetirse ni "envejecer sin evolucionar". El paso del tiempo lo urge:
"Tengo más historias que años; la clave es saber elegir cuáles se
convertirán en novelas y cuáles sacrificaré".
Admite que si fuera
un joven que se lanzara a la aventura de la literatura, se dedicaría a
escribir argumentos de series de televisión. "El futuro de la narrativa
está ahí", dice, sentado en el borde de uno de los sillones de la Sala
de Pastas, un ambiente de alfombras mullidas y luz tenue donde los
académicos de la lengua se juntan a tertuliar antes de las reuniones
solemnes en las que construyen el diccionario. Allí recibe a adncultura
pocos días antes de su regreso a Buenos Aires para presentar en la Feria del LibroEl francotirador paciente, su última novela, un thriller en el que se sumerge en el mundo marginal de los grafiteros.
-Con El francotirador? decías que habías vuelto al "territorio comanche", a vivir la adrenalina de tus años de reportero en situaciones de riesgo?
-Espera,
no sólo eso, no ha sido un regreso temporal. Hice amigos que conservo.
Anoche estuve cenando con cuatro grafiteros amigos en casa de uno de
ellos, donde estuvimos viendo videos de sus incursiones nocturnas.
-A lo que iba es, ¿cuánto añora el escritor de éxito que hoy sos del periodista que vivía peligrosamente?
-Vamos
a ver, de mi época de reportero añoro la juventud y la libertad. En
aquel tiempo no existía Internet ni el teléfono móvil; un reportero era
libre. Tú estabas en el campo de operaciones y tomabas tus decisiones. Y
tenías mil excusas para no contactar con tus jefes. Tomabas tus
iniciativas. Añoro esa libertad del territorio comanche. Y la juventud,
evidentemente. Hacía cosas que ya no puedo hacer: días sin dormir,
esfuerzos físicos, soportar presiones como las que soporta todo el
tiempo un reportero de guerra.
-Llevas casi 30 años dedicado a la literatura, ¿qué te mejoró el tiempo como escritor?
-Como escritor he empeorado. Creo que todo escritor empeora con el tiempo.
-¿Por qué?
-Tengo
una teoría intuitiva, como lector que soy. Todo escritor tiene una
etapa inicial de fuerza, de vigor, de creatividad intensa, de novedad.
Cuando irrumpe, uno tiene una frescura, un impulso inicial que con el
tiempo se profesionaliza.
-¿Y eso es malo?
-Sí, es
malo [piensa]. A ver? Es complejo de explicar. Hay una parte buena: es
que cuando ese escritor crea su territorio propio, su mundo literario,
el lector lee todos sus libros porque son suyos. Tú lees a Conrad, a
Vargas Llosa, a Dumas, a Javier Marías, a Vila-Matas y estás leyendo su
obra, un conjunto. Eso es bueno. Pero en cuanto al acto narrativo, a la
frescura, a la forma de plantear la novela, la profesionalización de un
escritor le quita mordiente, le quita encanto, la espontaneidad del
autor que se lanza a una obra con el vigor de los primeros pasos. Yo
creo que todos los escritores, los grandes también, todos, aunque ganen
en otras cosas, a medida que se profesionalizan pierden el estado de
gracia inicial que tiene toda figura de la literatura cuando desembarca
en el mundo de la narración.
-¿Se puede luchar contra eso?
-Sí,
con sentido común. Siendo consciente de eso. El peor enemigo de un
escritor es la vanidad. ¿Sabes qué pasa? Cuando un escritor triunfa
-gana dinero, tiene lectores o prestigio- corre el riesgo de decir: "Ya
lo he conseguido". O convertirse en una especie de prolongación de sí
mismo.
-De ser un personaje.
-Exactamente. Y
convertir su obra en parte de ese personaje, adaptar su obra a ese
personaje. Eso es muy peligroso, porque el escritor interesante es el
que mantiene esa lucidez, esa especie de mirada crítica sobre sí mismo y
sobre su obra, que es capaz de decir "me estoy anquilosando", "me estoy
esclerotizando", "me estoy repitiendo a mí mismo, envejeciendo sin
evolucionar". Cuando ganas dinero y la gente te aplaude, es muy difícil
escapar. La crítica no te sirve, porque el que te quiere te elogia y el
que no te ataca. No tienes ningún elemento exterior que te ayude a
vigilarte; el único elemento es la propia lucidez.
-¿Te ha pasado de arrepentirte de alguna obra? ¿O de romperla al terminarla?
-No. Me ha pasado abandonar novelas. O aplazarlas, como El tango de la Guardia Vieja,
que la empecé y la seguí muchos años después, cuando me sentí maduro
para terminarla. He empezado novelas que no he continuado, de las que
digo: "Esto no va a ir adelante". Normalmente un escritor lúcido, a los
40 o 50 folios, sabe lo que va a ser la novela en la que está
trabajando. ¡Lo sabe! Cuando me di cuenta de que una novela no iba por
el buen camino, la he dejado sin ningún problema.
-Sos un autor que publica una novela al año. ¿Cómo elegís qué escribir y cuándo?
-Yo
no elijo. Las novelas te eligen ellas. No hubo una sola vez en mi vida
-y tengo publicadas una veintena de novelas- que haya dicho: "Voy a
escribir esta novela". De repente hay un elemento que se introduce en tu
vida. Hablo en mi caso, claro. A lo mejor no le vale a otro. Nunca he
dicho: "Voy a hacer una novela sobre ese tío o sobre ese tema". Yo soy
un escritor que lleva un mundo con él, un mundo hecho de lecturas, de
vida, de imaginación. Un escritor se construye sobre esos tres ejes:
lecturas, vida, imaginación. Para mí, un escritor al que le falta algo
de eso nunca será un escritor interesante. Yo voy con ese mundo por la
vida y eso me permite digerir las cosas. Es como un estómago narrativo
donde el escritor digiere lo que ocurre a su alrededor. Todo pasa por
ahí: palabras, músicas, frases, sensaciones, amistades, amores, odios,
decepciones, fracasos... Y un día hay un clic, hay una historia que
dice: "Hola, estoy aquí".
-¿Es primero la historia, el personaje, el escenario?
-Eso ya depende. Puede ser un personaje, como el caso de El maestro de esgrima, puede ser una historia, como el caso de El asedio o El tango de la Guardia Vieja.
Y entonces ese mundo es el que desplaza a otros. A lo mejor estás con
una novela y aparece otra. Y pesa más. Te das cuenta de que no puedes
seguir con la que estabas. Empiezas a perder interés, es la nueva la que
se apodera de ti. Es como una mujer que dejas de amar; es absurdo
engañarla y seguir engañándote. Amas a otra. Lo mejor es decir "se
terminó".
-¿Y te ha pasado no tener "ninguna mujer"?
-Nunca, nunca. Ahí soy afortunado. Hay escritores que tienen problemas creativos, pero no es mi caso.
-¿El mito de la página en blanco no se te aplica?
Te
voy a decir una cosa, yo creo que quien dice "tengo el síndrome de la
página en blanco" no es un escritor. No conozco ni un solo escritor, ni
uno solo, digo de los escritores de verdad, al que le preocupe la página
en blanco. Porque no tiene páginas en blanco. Si algo hace un escritor,
es escribir. No conozco ni uno al que le pase. Y hablo de los grandes,
de Vargas Llosa, de Marías, de mis amigos en general. Todos tienen
siempre un mundo que va con ellos, como moscas que van a su alrededor.
Cuando terminan una novela a lo mejor se quedan un tiempo descansando,
que es otra cosa. Porque el esfuerzo de escribir una novela es agotador.
Descansan porque necesitan reponerse antes de abordar la siguiente,
pero eso de decir: "Voy a ver qué escribo". ¡Pero vete al carajo! ¿De
qué me estás hablando? Dedícate a otra cosa, le diría. ¿Para qué
escribes?, ¿para ligar, porque es elegante, porque socialmente es
bonito, para ganar pasta? ¡Eres un advenedizo, eres un cantamañanas,
vete por ahí!
-Hablabas del esfuerzo, ¿qué te cuesta más: imaginar o escribir?
-Escribir,
sin duda. El día que inventen una máquina que me permita enchufármela
en la cabeza por la oreja y que salga la novela te aseguro que dejo de
escribir, porque el acto de escribir es algo tan agotador? Me decía
antes de morir Oriana Fallaci, con quien estuvimos juntos en la guerra
del Golfo: "Arturo, escribir mata más que las bombas". Y es cierto,
siempre lo recuerdo. El esfuerzo para un escritor de verdad es intenso,
te deja exhausto. Javier Marías acaba de terminar una novela, me llamó
el otro día, cenamos juntos. Y me dice: "Arturo, estoy agotado, voy a
descansar un tiempo". Yo soy diferente. Termino una novela y al día
siguiente empiezo con la próxima. Es como si se atropellaran. Me canso
como todos, pero descanso mientras escribo novelas. Voy a navegar y por
eso el mar es tan importante para mí. Pero raro es que pasen más de 15
días desde que termino una novela hasta que empiezo otra.
-¿Te da vértigo el paso del tiempo?
-Cuando
uno es joven, no piensa que tiene fecha de caducidad. Cuando se es
mayor, como yo ahora, uno se da cuenta de que el tiempo es limitado y
que nunca va a poder escribir todas las historias que quiere contar. Ésa
es la parte dolorosa. Te das cuenta de que tienes por delante unos años
concretos y que tienes más historias que años. Y entonces viene lo
terrible: ¿a quién sacrifico? ¿A quién de mis hijos sacrifico, a quién
salvo y a quién no? Siempre me acuerdo de algo que me pasó cuando era
pequeño: una vez estábamos en la costa, había un oleaje muy fuerte y el
mar se llevó a mis dos hermanos. Y entonces -yo tendría 13 años; ellos, 8
y 10- me metí en el agua y me di cuenta de que no podía salvar a los
dos. Me dije: "¿A cuál de los dos salvo?". Al que tenía más
posibilidades. Mi hermano estaba más cerca y fui a por él. Por suerte
otro hombre que estaba por ahí salvó a mi hermana y evitamos la
tragedia. Entonces, ese tener que decidir a quién salvar y a quién dejar
morir lo viví desde muy joven. Es un ejemplo de lo que es la necesidad
de decidir cuando eres un novelista. Ahora es cuando estoy dolorosamente
apartando cosas que he decidido que no escribiré. Novelas que me
acompañan desde hace años, toda mi vida, que están esperando su momento y
resulta que no lo van a tener. Y eso es muy triste porque sabes que van
a morir contigo. Sería absurdo tratar de escribirlo todo. Ese elegir es
doloroso. Por eso es tan importante no equivocarte, acertar bien.
-Decías que hay un mundo que te acompaña. ¿Cómo es?
-Confortable.
Te explico por qué: yo vivo en un mundo que no me gusta. Fui educado
por abuelos nacidos en el siglo XIX, en una casa con biblioteca y con
cierta manera de entender la vida, la cultura, Europa, Occidente, que va
desde la Biblia y el Talmud, el Corán y Aristóteles hasta ahora mismo.
Después salí a la vida y viví en un mundo de guerras durante 21 años,
justamente lo opuesto a aquello para lo que había sido educado. Más
tarde, como novelista y como individuo adulto europeo, he visto
desmoronarse la cultura occidental. Yo sé que los bárbaros están ahí. El
Occidente que conocimos se está muriendo; estamos en el final de un
mundo. Vivir con historias en la cabeza es como tener una biblioteca
propia, interactiva. Tener el recurso de sumergirte en ese mundo cada
día es un alivio. Te levantas por la mañana, prendes la radio y te
enteras de lo que han dicho Cristina Kirchner o Rajoy, o que Putin
invadió Crimea, y dices: "Pueden irse todos al mismísimo carajo"; pero a
los diez minutos te sientas en tu cuarto de trabajo y te pones a
escribir una novela, a trabajar en el mundo que tienes en la cabeza, un
mundo que tú puedes controlar, y eso te da un profundo consuelo.
-Escribir como terapia?
-No
es que te haga olvidar el mundo de afuera, pero te permite soportarlo.
Dentro de la novela, tú puedes adjudicar premios y castigos, administrar
justicia, puedes ser noble si lo quieres, ser malvado. Puedes hacer
cosas que dan sentido a la vida. Para mí escribir novelas es una forma
magnífica de soportar un presente que no me gusta.
-Tus novelas
suelen transcurrir en finales de época, con personajes que luchan
contra su propia decadencia. ¿Cómo te inspira este presente crítico de
Europa, en general, y de España, en particular?
Soy
consciente de que estamos en un fin de época. Pero pasa una cosa. Yo
creo que escribir una novela sobre el final de esta época con los
elementos únicos de esta época es demasiado vulgar. Somos vulgares, lo
sé. Digamos que lo políticamente correcto, la presión de los medios
informativos, Internet, el teléfono móvil han hecho chabacana la materia
con la que un escritor puede trabajar. Yo recurro a un truco cultural:
hablo del presente pero utilizo la historia. Puedo hablar de un húsar,
de un maestro de esgrima, de un bailarín de tango en los años 20 o de un
soldado de los tercios de Flandes pero siempre estoy hablando de ahora.
Uso la historia como mecanismo para, primero, darle dignidad al
presente y, segundo, para entender el presente. Decía uno de los
filósofos de la Revolución Francesa que sin historia no se puede hacer
política. El problema de los políticos de ahora es que son analfabetos.
Allá y acá y donde sea. No han leído historia, no conocen los mecanismos
aplicables a resolver los problemas. Mis novelas son muy variadas, pero
siempre tienen de alguna forma la historia como materia narrativa, como
clave, siempre hablan del presente.
-Sniper, el grafitero de El francotirador paciente, es un personaje que expresa una rebelión sin contenido político, sin ideología?
-En Sniper hay un discurso. El francotirador?
es una novela urbana y actual, pero no es del todo verdad. Cuando
habla, Sniper está hablando de Occidente, del final de una cultura.
Estamos hablando de cómo el grafiti es un síntoma de final de una larga
tradición artística y cultural. Es también una novela crepuscular,
aunque sea aparentemente moderna, con ritmo juvenil. Trata de cómo han
perdido la partida Aristóteles, Dante, Cervantes y Virgilio. Y no nos
damos cuenta. Somos tan gilipollas, tan gozosamente estúpidos, que no
nos damos cuenta de que han perdido la guerra. ¡Hemos perdido la guerra!
La hemos perdido con nuestra propia tropa.
-¿Quién la ganó?
-Ganan
los malos, como siempre. Gana la barbarie, la incultura, la estupidez,
el miedo, la cobardía política y ética. Mis novelas, todas ellas, hablan
de soldados derrotados de esa guerra, da igual que sea un grafitero o
un tirador de esgrima, que un policía en el Cádiz de la guerra de la
independencia. Mi patria no es España: mi patria es un Occidente que
nace en el Mediterráneo, que se educa en las disciplinas clásicas
griegas, latinas, en el Renacimiento, que viaja a América en barcos
españoles y se mestiza. Ésa es mi patria, mi mundo. Soy consciente. Sé
que se está derrumbando. Es la historia la que un día dice: "China,
fuera; Roma, fuera; Grecia, fuera; Cartago, fuera". Pues nos ha tocado.
Intento que el lector lúcido, al leer mis novelas, se sienta partícipe
de la melancolía de quien asiste a la derrota de un mundo. Ese mundo
merece un epitafio. En mi modesta parcela mis novelas son el epitafio de
ese mundo que se está extinguiendo.
-¿Hay algo de resignación en eso?
-No. Si fuera resignación, no escribiría.
-¿Resistencia?
-Tampoco.
Mi intento es analgésico. Es muy bonito saber por qué mueres. Todo ser
humano tendría que tener derecho a saber que va a morir. Hay una frase
de una de mis novelas de la que estoy muy orgulloso: "Pensar como
griegos, luchar como troyanos y morir como romanos". ¡Morir como
romanos!: esa dignidad consciente de que estás en un mundo que se
extingue. Yo, con mis novelas, miro a la cara al ángel de la muerte. Y
me gustaría pensar que mi lector se siente partícipe en esa actitud de
digna melancolía. La única actitud moral digna que un occidental puede
tener hoy es la digna melancolía.
-Pero hay otro Pérez-Reverte,
más explícito, el que descarga su bronca en los artículos dominicales,
el que incendia Twitter con sus comentarios ácidos...
-Sí,
pero eso tiene otra función. Es higiénico. Es como apartar una mosca que
te incordia. Tengo la teoría de que también hay malvados en esta
película que te acabo de contar. Malos por vileza y por estupidez. En
general, por cada malo vil hay 99 malos estúpidos. Hay un sentido de la
justicia que el ser humano necesita. La venganza tiene mala prensa. No
sé por qué, es un sentimiento muy natural. El hombre necesita serenarse
en la venganza cuando ha sido agraviado. Hemos ido delegando en el
Estado la aplicación de la venganza. Pero en un mundo tan corrupto como
éste, el Estado es incluso muchas veces el agraviador. Entonces queda
ese sentimiento de venganza insatisfecho. Frente a eso, la única forma
es tomarse uno la justicia por su mano. Yo no puedo ir por ahí a matar a
Rajoy ni a Cristina Kirchner ni a Obama. Pero sí puedo con mi arma, que
es la palabra, intentar hacer mi justicia. Mis columnas son mi forma de
vengarme, de aplicar la venganza por medios civilizados. Yo a Rajoy lo
zarandearía por las solapas, pero no lo puedo hacer?
Foto: LA NACION
-Estás muy enojado con la España de hoy, ¿por qué?
-Por
todo lo que he dicho antes. Estoy más enojado con los 99 malos
estúpidos que con el vil. El malvado tiene en su naturaleza el mal. Pero
los otros son cobardes, estúpidos, acomodaticios, borregos que se dejan
arrastrar. Despreciando como desprecio a los nazis, desprecio más al
ciudadano común que quiere congraciarse con el nazi y marca el saludo
más fuerte a ver si se salva. La mayor parte del daño lo hacen las
ratas, no el verdugo. La complicidad de la rata es la que hace que el
verdugo pueda durar más tiempo. "Algo habrá hecho...", de eso la
Argentina sabe un huevo, qué te voy a contar.
-¿Qué es lo que más te preocupa de la Europa actual?
-Muchas
cosas, pero lo que más me molesta es la incultura. Cuando escuchas un
discurso político... Yo he leído las memorias de Churchill, de De
Gaulle, la biografía de Stalin, de Metternich, del duque de
Chateaubriand. Todo lo que un lector culto debe leer. Sé lo que es un
político y lo que es la cultura. Cuando escuchas a estos políticos que
son unos analfabetos, que no han leído un libro en su vida, que no
tienen la menor referencia histórica y cultural, dices: "¡De qué está
hablando!" No tienen argumentos, repiten cuatro conceptos tontos para
cuatro tontos. No tienen preparación intelectual ni moral. La historia
te permite dar a todo eso una luz. Esta gente está desprovista de
mecanismos: son autómatas de un sistema que se nutre a sí mismo. Los de
aquí y los de Bruselas. Me desmoraliza enormemente ver que no hay un
solo discurso con altura. ¿Dónde está el Churchill de ahora en Europa,
dónde el Adenauer, el De Gaulle, el Metternich? No están porque además
se les asfixia. No están porque se iguala en la mediocridad. Y eso es
igual acá, en Europa o en la Argentina. Cuando un niño se destaca en la
escuela, el sistema lo machaca. "Es que lee", dicen. Eso lo he oído yo.
Se quejan de que un chico de cuatro años aprende a leer y no se integra
jugando al fútbol. Futuros líderes son obligados a ocultar su
inteligencia y a aceptar las reglas mediocres que les impone el sistema.
Los que el día de mañana tendrían que tirar de la sociedad, las elites
-porque no me vengan con historias, el mundo se gobierna a través de
elites cultas y preparadas que tiran del resto-. Entonces, a la gente
que tiraría en el futuro la estamos asesinando en el colegio. Estamos
creando generaciones de niños mediocres con ese igualitarismo mal
entendido.
Dado que eres un asiduo visitante, ¿cómo ves la Argentina de estos últimos años?
-¡Es
que no hay diferencias! Es como España. [Piensa] Yo no voy a criticar a
la Argentina. Un argentino sabe muy bien lo que pasa ahí. Si España o
Europa están como están, ¿cómo va a estar la Argentina? Es global: todo
el día estoy en contacto con argentinos que se quejan, me cuentan
historias terribles? No hay diferencias. El cobarde es cobarde, el que
es culto es culto. [Hace una pausa]. Ahora? estáis apañados. Pero os
salva vuestra parte italiana. La parte italiana, aunque caótica, permite
un entendimiento, llevarse bien. Si predominara sólo la parte española,
la Argentina estaría en guerra civil. Los españoles tenemos una dosis
de cainismo muy intensa.
-¿Cómo viviste lo que pasó en España
con la muerte de Adolfo Suárez y ese fenómeno de nostalgia por la época
de la transición y el consenso?
-He escrito un tuit que tuvo
16.000 retuiteos. Decía algo así como: "Terminado el luto y la demagogia
oportunista podemos volver a nuestra habitual vileza diaria". Lo de
Suárez es un pequeño paréntesis. Nada más.
-En tu última novela
se filtra una evidente crítica al mercado del arte moderno y cómo
influye en degradar su calidad. ¿Pasa algo parecido con la literatura y
la industria del libro?
-No. Son dos mundos muy distintos. El
arte moderno es un fenómeno artificial que está en manos de galeristas y
críticos. Un sistema con sus reglas y sus normas, pero artificiales. La
vaca partida de Damien Hirst se puede poner en millones de euros,
mientras que un artista muy bueno de fuera del circuito se queda en la
ruina. Son operaciones comerciales. En la literatura es distinto.
Existen también fabricaciones artificiales, pero la literatura de verdad
está viva. Un escritor asociado con un crítico puede sacar algún libro,
pero no es lo habitual. El mundo del libro es mucho más auténtico.
-¿Te preocupan los avances tecnológicos que ponen en crisis el mercado literario?
-Si
fuera un escritor que tuviera 30 años, estaría asustado. El público
está dejando de leer. Es muy sencillo: antes la gente iba en el metro
leyendo un libro. Ahora van haciendo así (toma el celular que graba la
entrevista y hace como que teclea). El tiempo libre se llena con mail,
Internet, WhatsApp. Hay menor necesidad del libro como compañía. No es
que el Kindle esté matando al libro; es que el libro está muriendo en
todas sus versiones.
-¿Y qué le dirías a ese escritor que tiene 30 años?
-Si
yo fuera un hombre joven con inquietudes literarias, me dedicaría a
escribir argumentos para series de televisión. El futuro de la narrativa
está ahí.
-¿Ves muchas series?
-Sí. Me encantan House of Cards, The Wire, Band of Brothers, Homeland?
-¿Breaking Bad?
-Me
ha gustado menos, la he visto varias veces pero nunca conseguí seguir
adelante. En general soy devorador de series. Javier Marías y yo nos
cambiamos recomendaciones todo el tiempo. La nueva de Sherlock Holmes es
fabulosa. Mad Men? bueno, se lo están cargando un poco a Don
Draper. Si yo fuera mujer, me habría acostado con él hace mucho tiempo,
me lo están convirtiendo en un desgraciado. Pero de verdad es un mundo
fascinante. He tenido más buenas sorpresas en los últimos 10 años con
series de televisión que con literatura. El futuro de la novela está muy
limitado, lamentablemente.
-¿Y qué futuro le ves a tu otro oficio, el periodismo, también bajo amenaza?
-No
sé, mi periodismo murió hace mucho tiempo. No puedo hablar de eso. Lo
que te puedo decir es que yo pensaba que uno de los peligros de la vejez
era la fatiga física, el cáncer? Pero no, es hacerte indiferente. La
principal amenaza es la indiferencia. El haber vivido mucho te arriesga a
que el mundo te resulte indiferente, a replegarte en ti mismo, en tus
achaques, en tu biblioteca. Eso es peligroso, te hace egoísta y te hace
envejecer más. La tentación la siento: tienes un velero, una biblioteca
grande y la vida resuelta. ¿Qué más me da a mí que sea analfabeto el
presidente del gobierno, qué más me da que los niños no lean en el
colegio? Contra eso es contra lo que lucho, contra esa indiferencia.
Escribir novelas y escribir artículos es justamente lo que me mantiene a
salvo de la indiferencia todavía.
El francotirador paciente
Foto: LA NACION Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara
Por
encargo de una editorial, Lex, historiadora del arte, debe hallar al
escurridizo grafitero Sniper, cuyas intervenciones sorpresivas tienen en
vilo a toda Europa, y ofrecerle un contrato millonario. Pero la
pesquisa esconde un misterio..
Quizás
no haya un vínculo mayor que el que teje una madre con su hijo o con su hija
durante 9 meses en el seno materno. Ese poderoso sedal de pasta de amor y
esperanza lo une a la vida con la convicción de que su vida cambiará para
siempre. Con la pretensión de ver crecer ese diminuto latido hasta convertirse
en el aceite que engrase el motor de una vida, en el leif motiv que alienta
desde los primeros instantes.
Ese
momento – doloroso y a veces traumático – que es dar a luz un hijo no puede ser
experimentado en un laboratorio, para saber si realmente la naturaleza prodiga
una excelsa unión filio-maternal tan rocosa como bella, entre una madre y un
hijo, entre una hija y su anciana madre. Por ello, sin tener todas las cartas
en la mano, intentaré sofocar esos aspavientos curiosos con la prosa más
sincera, con la conciencia libre para manifestar lo que pienso.
Si
un hijo tiene un deber para con su padre, es inconmensurable la deuda que
contrae con una madre, justo en el momento de ser concebido. Pues todo el
universo se contrae a un ser inexistente, a un proyecto de vida, a una amalgama
de sentimientos y deseos, que se van materializando en un ser que con el paso
del tiempo, va tomando forma y va exigiendo responsabilidades desde el útero
materno. Si no fuera por los cuidados, por los desvelos, por las noches en
vela, por todos los sacrificios que la madre debe de afrontar en los primeros
años, los atletas – que luego ganan en el Olimpo las medallas – solo serían
ganaderos corriendo delante de las vacas; Si no fuera por todos los sudores
desparramados en el tránsito de la vida fetal a la vida real, muchos se
hubieran ahogado con los cordones de sus zapatillas.
Por
ello, una madre firma ante notario su compromiso at aeternam. Firma con su
propia sangre derramada, que cualquier viento, luz, gota de lluvia o rayo de
sol se estrellará contra el mejor de los escudos; firma con su puño y letra que
no habrá sueño sin sueño del infante, que no habrá descanso sin reposo del
guerrero, que no habrá paz sin la felicidad del ser engendrado. Porque –
incluso para Aquiles – una madre siempre fue el último refugio, la última
esperanza, la más fiel aliada, siempre fue el apoyo incondicional ante todo y
ante todos.
Quizás
no valoremos lo suficiente a nuestras madres. Quizás no les otorguemos todos
los premios que se merecen. Quizás no les devolvamos todo aquello que nos han
dado generosamente. Pero sí debemos de una vez por todas, confiarles un secreto
postrero;nuestro AMOR incondicional,
ese que se esconde tras la vergüenza, ese que no es capaz de abrir los labios y
gritarlo a los cuatro vientos, ese AMOR que nos atenaza cuando vemos que
sufren, cuando les golpea la luz, cuando les moja la lluvia, cuando el viento
se lleva su cabellera ondulada, porque ahora en este preciso instante, andan
necesitadas de escuderos, de escudos que las protejan de cualquier
contrariedad, de todo dolor gratuito, de todo síntoma de cansancio tras la
larga vida.
Una vida abnegada por sus hijos, por seguir manchando
de un pegajoso AMOR a unos hijos – a veces ingratos – que han modelado su
existencia, que han dado sentido a su paso por este mundo, unos hijos que sin
más dilación deben decirles: GRACIAS.
Gracias por recibir tanto sin pedir
nada a cambio. Gracias por confiar tu suerte a la suerte del infante. Gracias
por modelarme – cual escultora en su gabinete – y hacerme como soy. Gracias por
tus desvelos, por tus lloros a escondidas suplicando que “ya no puedes más”,
por tus manías que hoy resulta que son mis manías, y que me abrieron los ojos a
la vida. Gracias por ser como eres. Gracias por quererme. Gracias ISABEL, reina
de mi vida y gestora de esteinfante,
por seguir manchándome con tu amor. ¡¡¡Y que dure muchísimos años!!!