“LA
GESTIÓN DEL AGUA EN DISTINTAS CIVILIZACIONES: DE GRECIA A LA ACTUALIDAD” (III)
Acueductos
o El orgullo de Roma
Mientras escucho la banda sonora de la oscarizada
“Gladiator” de Hans Zimmer y Lisa Gerrard, los ecos desde el Coliseo me cuentan
cómo los romanos mejoraron los inventos y perfeccionaron los sistemas de
gestión y uso del agua desde el primer momento. De hecho, los romanos fueron la
primera civilización “urbana” que se preocupó de la calidad de vida del
ciudadano. Por ello, la URBIS ROMANA
fue un modelo de eficiencia. ¿Por qué? O mejor dicho… ¿Cómo?
Porque el Estado invertía en infraestructuras, que
dotaban a la ciudad romana de ciertos beneficios, y avances que ahora parece
que son muy normales: el agua llegaba en abundancia por los acueductos, a los
que luego nos referiremos, las calles se empedraban y tenían aceras, había
pasos de peatones, en cuanto a la higiene, había sistema de alcantarillado y
baños públicos, termas y abastecimiento de productos a los mercados.
Roma es la civilización del AGUA, cuya tecnología
sobre captación, distribución y consumo de agua no tiene parangón hasta
nuestros días. Por ello los ACUEDUCTOS fueron obras públicas y prioritarias
para Roma, con altas dosis de ingeniería y arquitectura, eran la imagen de la avanzada
civilización y vehículo propagandístico del emperador.
El agua romana
Pero para que este entorno urbano sea digno para
vivir, existía un elemento fundamental que era totalmente necesario: El AGUA. Y
esta se conseguía a través de los acueductos y mediante la acumulación en
grandes cisternas. En los siglos I-II d.C. los acueductos se extendieron por
todo el imperio, construyendo depósitos y albercas por todo el trayecto. El aqueductus (conducto de agua) fue una de
las construcciones más importantes para los núcleos urbanos y rurales.
Tanto condicionaba el agua, que antes de construir
la ciudad, debía de estar garantizado el abastecimiento de agua, y éste
condicionaba la posición exacta de la ciudad. Así Plinio el Viejo indicaba
en su Historia Natural, XXXI, 4, que “ES
EL AGUA LA QUE HACE LA CIUDAD”.
Aún otro dato más era que el abastecimiento de agua
de boca y en condiciones de salubridad, era una CUESTIÓN POLITICA. Se planificaban las obras hídricas antes
que otras obras públicas necesarias también para la ciudad. Por lo que Vitrubio,
manifestó en Los diez libros de arquitectura, “Tenemos la necesidad de encontrar agua en cantidad y calidad
suficientes para facilitar el desarrollo de la ciudad, conducirla y
distribuirla” (libro VIII).
Las primeras necesidades a abastecer fueron las
termas y las fuentes, y luego casas privadas que pagaban por disponer de agua
corriente. Ejemplos los encontramos en Pompeii
y en Caesarea, donde disponían de
suministro hídrico de forma continuada, y se construyeron bajo las casas,
cisternas públicas y privadas excavadas en la roca. El suministro a los puntos
de la ciudad donde se usaba el agua, era el objetivo al construir la red de
abastecimiento, como: termas, ninfeos, fuentes, pozos y juegos de agua. Desde
el castellum aquae terminal
(depósito) y por gravedad se distribuía el líquido elemento hasta los distintos
usos. Ejemplo de depósito fue la PISCINAE MIRABILIS en Miseno (Italia) con
12.600 m3 de almacenamiento con una gran bóveda sobre 48 pilares.
La ciudad de Roma
La Roma imperial tuvo 12 acueductos para abastecer
un caudal de ni más ni menos que 13 m3/s (más de 1 millón m3/día) que si lo
comparamos con el caudal de Madrid en el año 2018, según datos del Canal de
Isabel II, de 0,543 millones de m3/día, pues supone más o menos el doble de la
dotación de los madrileños. Y el desglose se dividía en: 11 termas (como las de
Caracalla), 900 baños públicos, 18 ninfeos, 1.400 fuentes ornamentales, además
de piscinas privadas. En la tabla siguiente vemos la comparativa entre la Roma
imperial y el Madrid del siglo XXI, concretamente del año 2012.
INSTALACIÓN
HIDRÁULICA
|
ROMA
IMPERIAL (s. I)
|
MADRID
(s. XXI) (2012)
|
Termas
o piscinas públicas
|
11
|
23 (2018)
|
Baños
públicos
|
900
|
129 (aseos)
|
Fuentes
ornamentales
|
1.400
|
532
|
Estanques
o ninfeos
|
18
|
31
|
Ecosistemas
acuáticos urbanos
|
x
|
3
|
Otros
|
x
|
3
|
Tabla 1. Comparativa del número de instalaciones
hidráulicas entre la Roma imperial y Madrid del siglo XXI. Elaboración propia
del autor.
Camino al Circo Máximo, muchos
espectadores hacían una parada en las termas privadas de Suranae y Decinae, o las
que construyó el emperador Caracalla, no tan grandes como las que construyó al
norte el emperador Diocleciano, aunque podían acoger a unos 1.600 bañistas por
turno, y unos 8.000 personas a lo largo del día.
Acueductos
Si nos detenemos en los acueductos
hispanos, antes de regresar a la Roma imperial, sabemos que los acueductos de
Segovia, Mérida y Tarragona abastecían a estas ciudades desde manantiales que
se encontraban a más de 50 kilómetros de distancia. En concreto el acueducto de
los Milagros, en Emerita Augusta (del siglo I d.C.), capital de Lusitania, tenía
su “caput aquae” (captación de agua) en el Embalse de Proserpina, con una
longitud de más de 15 kilómetros.
Si
regresamos al país transalpino, el emperador
Claudio mandó construir el AQUA CLAUDIA, el mayor acueducto de Roma (a
mediados del siglo I d.C.) que llevaba el agua a los 14 distritos romanos,
aunque el más antiguo data del año 312 a.C., denominado AQUA APPIA, mandado
construir por el emperador Appio Claudio
Cieco de 1,6 kilómetros de distancia desde el punto de toma. Otros de fecha
similar son el AQUA ANIO VETUS, el AQUA MARCIA o el AQUA TEPULA, del siglo III
a.C.
El
impulso definitivo lo estableció el emperador Augusto y su yerno, Marco
Agripa, el cual construyó el AQUA VIRGO, como según dice una leyenda,
porque una doncella le indicó al militar donde se encontraba el agua más pura.
Actualmente abastece a algunas fuentes ornamentales más bellas de Roma, entre
ellas, la Fontana de Trevi. En la construcción empleó sus propios recursos
mineros que gestionaba para realizar las tuberías de plomo. Desde Augusto, los
emperadores eran donantes y mecenas en la financiación de infraestructuras
hidráulicas, entre otras.
Otros acueductos son el debido al
emperador Trajano, de unos 60 kilómetros de distancia (Aqua Traiana) o el
último acueducto denominado, AQUA ALEJANDRINA, de 22 kilómetros en el año 226
d.C. y debido a Alejandro Severo.
La
construcción de los acueductos era una labor muy costosa y era una obligación
de las ciudades del imperio romano.
Suponen el primer ejemplo de financiación o PARTICIPACIÓN PÚBLICO-PRIVADA
(PPP) de la historia hace más de 2.000 años, en la gestión de un
recurso básico para la población. Era
una tarea de los gobiernos municipales y los ejecutaban los magistrados
con dinero público y privado.
Cloacas romanas
Este apartado no menos interesante
de la ingeniería romana fue el saneamiento. Y es que como hemos comentado, los
romanos se preocuparon, de hecho fueron los primeros, por la calidad de vida de
sus ciudadanos, y de la higiene (de ahí la existencia de baños públicos con
agua fría y caliente, en muchos de ellos), por lo que consideraron esencial
hacer una gestión de las aguas utilizadas o residuales en sus urbes. Y para
ello, debían evacuar las aguas negras mediante una compleja red de cloacas
(generalmente instaladas bajo las calzadas romanas) bajo el tejido urbano,
considerada como una de las grandes obras de Ingeniería civil urbanas. En el
libro “SPQR, una historia de la roma antigua”, Mary Beard, catedrática
en la Universidad de Cambridge, nos indica que los escritores posteriores
alabaron los logros romanos en la construcción de un desagüe tan importante
como la CLOACA MÁXIMA o GRAN
CLOACA, sin que se conozca lo que se conserva de esta famosa estructura del
siglo VI a.C., aunque las secciones que se pueden explorar, nos indican que hay
indicios que los primeros intentos de construir el sistema de drenaje sean
anteriores, concretamente al siglo VII a.C.
A pesar de todo ello, fue tanto el beneficio para la
población finalmente construida, que Plinio el Viejo, no dudó en considerarla
en el primer lugar de las Maravillas de Roma, al ser nombrada, la 1ª
OBRA PÚBLICA, por lo que la construcción de cloacas se exportó a
tocas las ciudades del imperio romano de tamaño medio/grande. El mismo Plinio
el Viejo consideró en su “Tratado de Historia Natural” que el buen estado de
los acueductos y la red de cloacas motivaron la higiene por el baño y evitaron
las epidemias de enfermedades, como ocurrió siglos más tarde.
Volviendo a los acueductos, para
finalizar este apartado, hay que decir que las grandes arquerías y de costes
gigantescos, como Segovia, Tarragona o Pont du Gard (en Nîmes, Francia) no
resistirían un estudio económico de construcción y mantenimiento, comparado con
las soluciones mediante tuberías, debido a que suponían el 12% de la totalidad
de los acueductos (unos 508 kilómetros), aunque realmente la solución más
espectacular. Por ello los acueductos fueron el máximo orgullo y seña de
identidad del pueblo romano, y así lo manifestó Sexto Julio Frontino,
senador y CURATOR AQUARUM (supervisor responsable de los acueductos) nombrado
por el emperador Nerva, escribió un tratado llamado “De aquaeductu”, donde dejó de
manifiesto “comparad si queréis las numerosas moles de las conducciones de agua,
tan necesarias, con las ociosas pirámides o bien con las inútiles obras de los
griegos”.
Hemos puesto de manifiesto que el
imperio Romano fue el imperio del agua, la ciudad eterna donde el agua fluía
por todos los rincones, donde cada ninfeo, cada fuente, cada terma o cada baño
disponían del líquido elemento, con unas condiciones higiénicas que hicieron de
Roma la capital del mayor imperio de la historia, hasta su caída en el siglo V
d.C, aunque aún hoy, las obras de ingeniería romana siguen abasteciendo a
fuentes ornamentales como la Fontana de Trevi, y dichas infraestructuras
hidráulicas, aún seguirán dando mucho que hablar, o por los suicidios de los
trabajadores de la Cloaca Máxima por la excesiva carga de trabajo (quizás el
primer caso de mobbing en la historia) según contó Gayo Plinio Segundo (Plinio
el Viejo), gran polímata y célebre por ser víctima de la erupción del Vesubio
en el año 79 d.C, como nos cuenta Mary Beard en su excelente historia de la
antigua Roma, SPQR, la cual recomiendo encarecidamente a todo amante de Roma y
de su tiempo de gloria. “Después de 2000
años, la antigua Roma sigue siendo la base de la cultura y la política
occidental, de lo que escribimos y de cómo vemos el mundo y nuestro lugar en
él”, apostilla la catedrática británica de Clásicas.
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