ARQUITECTURA
Simposio
Menos genios y más placer
Recreación del proyecto de Herreros para el futuro Museo Munch de Oslo.
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Juan Herreros, responsable del nuevo Museo Munch de Oslo, y Álvaro Siza cierran con sus propuestas el III Congreso de Arquitectura y Sociedad.
El portugués Álvaro Siza clausuró el viernes el III Congreso de Arquitectura y Sociedad celebrado en el Auditorio Baluarte de Pamplona. La cita dirigida por Luis Fernández-Galiano,
catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la
Universidad Politécnica de Madrid (ETSAM), ha reunido durante tres días a
una docena de arquitectos, críticos y comisarios internacionales bajo
el lema Arquitectura necesaria. Dominique Perrault, Patxi Mangado y Peter Rich,
entre otros, desfilaron por el escenario antes de que Siza, fatigado
pero lúcido, desnudase una de sus obras (la Fundación Ibere Camargo en
Porto Alegre), denunciase la situación de Portugal a expensas de la
Troika -"los cortes en los salarios, el fomento de la emigración"- y
pronunciase una frase que terminó en aplausos: "La arquitectura sin sensación de placer es la actividad más penosa que existe".
La declaración tenía más sentidos que el poético: hablaba de la construcción desalmada de la crisis, de la "fragmentación" de la profesión (que juega en contra de la "visión global" del arquitecto) y de una formación universitaria enfocada al mercado. Siza (Matosinhos, 1933) conversó con Fernández-Galiano y el escritor Vicente Verdú sobre sus inicios durante la dictadura de Salazar. "Durante un tiempo dibujar era casi pecado. Algunos decían que el arquitecto era 'la mano del pueblo'. Construir era demostrar una capacidad de actuación...", recordaba. Tras la Revolución de los Claveles (1974), el portugués empezó a trabajar en un proyecto de vivienda social en los barrios pobres de Oporto. Siza era profesor de la Escuela de Arquitectura y uno de sus alumnos, Eduardo Souto de Moura, le pidió que se uniese a ellos. La historia sirvió a Siza para reivindicar la vocación de "servicio" de la profesión, un compromiso que no está reñido con el éxito. Souto de Moura ganó el Premio Pritzker en 2011 y su profesor, en 1992.
Un día antes, Juan Herreros (Madrid, 1958) había anunciado el fin de una era -la del genio que firma en solitario- y el comienzo de otra -la de la conversación-. El estudio del catedrático de la ETSAM y profesor de la Universidad de Columbia ganó en 2009 un concurso internacional para diseñar el nuevo Museo Munch de Oslo. Tras cuatro años de críticas y algunos cambios en el diseño original, el Ayuntamiento aprobó el proyecto. Las quejas habían sido varias: que el arquitecto no era noruego, que el edificio era demasiado alto, que competía en protagonismo con el edificio de la Ópera o que estropeaba las vistas. "No se trata de convencer o defender a capa y espada tu proyecto, sino de iniciar una conversación", explicaba Herreros. "El debate tiene mucho que ver con la idea de sociedad civil, de que el ciudadano no es sólo un personaje pasivo. En el caso de Oslo, la gente necesitaba un tiempo para aceptar un proyecto bastante singular para ellos".
Sobre la muerte de los genios, bastan dos líneas: "La arquitectura, en un futuro, será en equipo o no será. Habrá que ir cediendo parcelas de poder a otros", señaló mientras examinaba el diseño del Centro de Convenciones Ágora Bogotá. La intervención de Herreros tuvo lugar el mismo día que arrancó el Mundial. Le preguntamos sobre la huella arquitectónica de los grandes acontecimientos deportivos: "Antes de la crisis ya enuncié que el exceso de infraestructura genera un problema de digestión para la ciudad. Una exagerada confianza en las infraestructuras como motor del progreso tiene que ver con un concepto de progreso un poco anticuado (crecimiento, acumulación...). No se trata de ser más potentes, más grandes, más enérgicos, sino de encontrar equilibrios más satisfactorios para todos".
Fuente: El mundo
La declaración tenía más sentidos que el poético: hablaba de la construcción desalmada de la crisis, de la "fragmentación" de la profesión (que juega en contra de la "visión global" del arquitecto) y de una formación universitaria enfocada al mercado. Siza (Matosinhos, 1933) conversó con Fernández-Galiano y el escritor Vicente Verdú sobre sus inicios durante la dictadura de Salazar. "Durante un tiempo dibujar era casi pecado. Algunos decían que el arquitecto era 'la mano del pueblo'. Construir era demostrar una capacidad de actuación...", recordaba. Tras la Revolución de los Claveles (1974), el portugués empezó a trabajar en un proyecto de vivienda social en los barrios pobres de Oporto. Siza era profesor de la Escuela de Arquitectura y uno de sus alumnos, Eduardo Souto de Moura, le pidió que se uniese a ellos. La historia sirvió a Siza para reivindicar la vocación de "servicio" de la profesión, un compromiso que no está reñido con el éxito. Souto de Moura ganó el Premio Pritzker en 2011 y su profesor, en 1992.
Un día antes, Juan Herreros (Madrid, 1958) había anunciado el fin de una era -la del genio que firma en solitario- y el comienzo de otra -la de la conversación-. El estudio del catedrático de la ETSAM y profesor de la Universidad de Columbia ganó en 2009 un concurso internacional para diseñar el nuevo Museo Munch de Oslo. Tras cuatro años de críticas y algunos cambios en el diseño original, el Ayuntamiento aprobó el proyecto. Las quejas habían sido varias: que el arquitecto no era noruego, que el edificio era demasiado alto, que competía en protagonismo con el edificio de la Ópera o que estropeaba las vistas. "No se trata de convencer o defender a capa y espada tu proyecto, sino de iniciar una conversación", explicaba Herreros. "El debate tiene mucho que ver con la idea de sociedad civil, de que el ciudadano no es sólo un personaje pasivo. En el caso de Oslo, la gente necesitaba un tiempo para aceptar un proyecto bastante singular para ellos".
Sobre la muerte de los genios, bastan dos líneas: "La arquitectura, en un futuro, será en equipo o no será. Habrá que ir cediendo parcelas de poder a otros", señaló mientras examinaba el diseño del Centro de Convenciones Ágora Bogotá. La intervención de Herreros tuvo lugar el mismo día que arrancó el Mundial. Le preguntamos sobre la huella arquitectónica de los grandes acontecimientos deportivos: "Antes de la crisis ya enuncié que el exceso de infraestructura genera un problema de digestión para la ciudad. Una exagerada confianza en las infraestructuras como motor del progreso tiene que ver con un concepto de progreso un poco anticuado (crecimiento, acumulación...). No se trata de ser más potentes, más grandes, más enérgicos, sino de encontrar equilibrios más satisfactorios para todos".
Fuente: El mundo
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