25 años de nuestra era. Un cuarto de siglo. Otro año más, pero otro año más diferente.
Como diría el viejo cazador, otro año en el zurrón, o en la talega, como también diría mi viejo camarada Carlos, otro año para celebrar la VIDA.
Un año raro. Que comenzó con silencios. Con esperas. Con descubrimientos. Con sabores agridulces, sin certezas de que fueran a gustar. Pero probamos aquella medicina con riesgo y con valentía, y todo fue deparando en sonrisas y apretando doctas manos que nos devolvían a un estado casi catatónico, donde el agradecimiento salía por los poros de nuestra piel recuperada.
Carlos fue el primero de la lista casi interminable, probando grapas y anestesia. Todo salió de maravilla. Un susto que quedaba agazapado en el cuarto oscuro sin poder salir a jugar en este salón grande que es la VIDA. Recuperación al lado de su preciosa enfermera de cabecera, que igual conjuga un bacalao impresionante con piñones y pasas, que atendía sin denuedo, al paciente necesitado más de atención que de cuidados. Pero después de más de 50 años juntos, un puñado de grapas no iba a provocar ninguna rebelión a bordo del velero llamado AMOR, amarrado en el puerto de Marqués de Linares.
Luego hubo que visitar la gran y preciosa Córdoba en varias ocasiones para luego probar la misma medicina. Otras manos doctas que dieron más batería a este que escribe, y agradecidos corazones fueron a regalar aceite de Jaén a eminencias cordobesas. Nunca habrá suficientes olivas para regalar el necesario aceite que embadurnar las tostadas que las generaciones venideras descendientes de aquellas 8 manos, hicieron posible que hoy estemos aquí. Por éso solo esas manos cordobesas seguirán la evolución del escribiente y seguirán catando el aceite regalado hasta el final de los días. Y cómo olvidar la profesionalidad, la amabilidad, el cariño recibido de todas las partes, pero sobre todo de la más próxima. De aquella, que de manera impecable y sonriente, acudió cada día durante más de 131 días a apagar les necesidades del paciente. Buscando alternativas, nuevos fármacos, nuevas necesidades para mejorar la vida de su querido paciente, que agradecido, siempre tuvo una sonrisa presta para regalar y una deuda impagable en la talega. El velero AMOR volvía echar anclas en Menéndez Pelayo.
Pero cuando parecía que todo volvía a la calma, y a pesar de que como dice el viejo marino Pérez - Reverte, en el mar siempre hay que estar al acecho y con un ojo abierto y otro entreabierto, la tempestad se hizo presente una noche calurosa de verano, para a la gran cocinera y madre de todos, la vieja apéndice extirpar. Todo se resolvió a las mil maravillas. Manos sevillanas y jóvenes que se vienen a sumar a las cordobesas, y de nuevo, más grapas que cuidar por las excelsas manos de la enfermera titular de la familia. Yo diría como mi padre afirmaba, que la doctora de la familia, estuvo siempre pendiente de todo y de todos. Y consiguió el trofeo final. Que su querida madre saliera por la puerta grande de San Agustín, con otra deuda y con agradecimiento en el corazón.
Pero no faltaría la bacteria de Gema. Aquella que por agosto hizo acto de presencia y que vino a poner en jaque esta familia. Entre auxiliares, enfermeras y médicos que por Agosto visitaron su habitación, el Quirón parecía el camarote de los hermanos Marx, aunque todo con mucha calma y atenciones. Hasta que llego Rodrigo, y no Díaz de Vivar, sino el ginecólogo residente en Nueva York a evaluar la dolorosa situación de Gema. Y dio con los antibióticos correctos. Otras manos que sumar a la larga colección. Y milagrosamente, todo rastro desapareció. Toda letanía de aquellos días de crucigramas y visitas a la Canasta terminaron como tenían que terminar, con un final feliz.
Historias que vienen a refrendar que todos los días hay que dar gracias por la VIDA. Por la suerte que el Sol nos edulcore el alma y nos caliente el corazón. Porque la lluvia nos cale tan dentro que no haya posibilidad de evitar su frescor y su tranquilizador repiqueteo. Para poder brindar ante la chimenea con el hipnótico chisporroteo ante nuestros sueños que se hacen realidad, con las tres historias que de distinta manera pero con un mismo final, nos demuestran que la confianza debe ser nuestro mayor aliado.
Confiar que el amor, la esperanza y la SALUD son nuestros mayores tesoros y nuestros mejores presentes. Todo lo demás es superfluo y prescindible.
Gracias a todos y gracias a que esta familia es una GRAN FAMILIA hoy podemos gritar a los cuatro vientos un enorme GRACIAS sabiendo que a pesar de las piedras que nos hemos encontrado en el camino nuestro espíritu positivo ha provocado que este brindis sea una realidad tan bonita.
Os deseo a todos un 2023, sin piedras en el camino y lleno de SALUD, ESPERANZA y AMOR.
Feliz 2023 !!!!!