Hay
muros que propiedades ocultan, muros que aíslan pero que no abrigan, que no
encierran el rumor de palabras, el rumor del agua, el calor del amigo, la luz desbordante
del patio andaluz. Un patio que, aderezado de nostalgia linarense y con fuente
perpetua, convoca a esta tabernae gastronómica a todo paciente necesitado. Unos
muros que disponen de una escalera hacia el cielo, hacia la torre vigía donde
imaginar que uno tiene el frescor del mar a sus pies, mientras los platos van
subiendo y una coqueta galería con pequeños veladores nos recuerda el París de
los años 30.
Una
sala reconfortante con una barra a modo de burladero donde ocultar la cava de
vinos selecta, salpimentada de pilares esbeltos, con el aroma de los platos que
desde la cocina se sirven como naipes en una timba de póker, con la salvedad
que entre estos muros no puedes ir de “farol”, porque todo es verdadero, todo
es manejado con sonrisa no caduca, mientras Vicky se multiplica entre cielo y
tierra subiendo por la escalera de color y Javi distribuye los comensales que
tenían una doble pareja reservada abriendo el juego, Raquel tendrá que hacer
malabarismos en una cocina bien aprovechada, repartiendo huevos con gulas,
flamenquines o codillos al horno y de postre, tartas y tiramisú.
Y
cuando la timba termine, y cada uno recoja sus emociones en tazas de latón,
sabremos que durante un par de horas nuestro corazón habrá latido al ritmo del
agua constante, indicándonos que la calma y la paz fueron recetadas por doctas
manos, porque cuando el diagnóstico pronostica un exceso de estrés siempre hay
un patio andaluz que reconforte el alma, que abrigue el corazón pues cualquier
medicamento químico no tendrá las
vitaminas, los nutrientes y los excipientes básicos para rebajar las
pulsaciones con la misma armonía y sosiego que el que aportan esos viejos muros
encalados. Muros que cuentan secretos linarenses. Muros que encierran historias
verdaderas. Muros que abrigan al paciente cuando se despide entre sonrisas
cómplices y agradecidas, viéndose reconfortado y sabiendo que aquella es la
primera dosis de un tratamiento recetado de por vida, y que deberá de regresar
a aquel lugar especial si quiere mejorar. Si quiere seguir viviendo.
Y si
en sus muros ven unas puertas ojivales de madera con un candil, recen al Cristo
de la Expiración, Él les bendecirá y en silencio, les dará las gracias.
Juanjo Argudo y Alicia Mota, pacientes
del “Entreventanas” 24 Junio
de 2022.
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