Si
tuviéramos que hablar de santidades, la protagonista de esta historia breve,
sería una magnífica candidata para ilustrar el porqué de algunos detalles que,
por lo general, pasamos por alto. La conoció hace una quincena de años, en un
desliz que el destino le tenía preparado, justo cuando un mozalbete aspiraba a
conquistar a una bella joven. Pero no vamos a prologar esta historia, sino que
vamos a desgranar algunos detalles de la generosidad y del inmenso corazón de Santa
Alicia de Linares.
No
sabe decir que no a aquel que se arrima suplicando un reservorio de cariño, en
medio de la tempestad y con el agua moviéndose a sus pies, porque sabe que
estudió cómo salvar con una sola vida a tantas vidas…ella sí lo sabe. Es
obstinada, es detallista, meticulosa, precisa, en sus labores como enfermera,
adjetivos que son óbice de una carrera profesional cuajada de logros en
distintos frentes, desde Puertollano hasta los barrios periféricos de Santo
Tomé, y siempre con la sonrisa por bandera y la amabilidad a flor de piel.
Por
ello, tiene las cunetas llenas de amigos y de compañeros que aún se interesan
por su voz aterciopelada, y por su futura maternidad, en unión con aquel joven
que la conquistó con poemas directos al corazón, y con un toque de generosidad
y de amor desinteresado, que aún hoy, causa desconcierto entre el respetable,
por su nivel de entrega y por ser el portador de un amor incombustible, que ni
la distancia pudo echar leña a un fuego embriagador y juvenil, y no pudo
impedir que la enfermera y el ingeniero, tuvieran su historia de amor.
Pero
no crean que por detrás de tantos cuidados hay intereses espúreos, todo lo
contrario, sufre, se entrega, pelea, se desvive, por cualquiera, ya sea un
paciente desconocido como el mayor de sus enemigos, como cualquiera de sus
trocitos de gran corazón, que tiene repartidos por distintos domicilios, calles
y ciudades, o cualquiera de sus amigas con hijos en edad de crecer, todos
recibirán la bendición de esta santa, que aún en estos tiempos que corren,
piensa que la bondad de la gente podría cambiar el mundo, y que si todos
ayudáramos en nuestra parcela, ese cruce de caminos se multiplicaría si
arrinconáramos a la envidia, la venganza, los celos profesionales, la
injusticia, la traición, y diéramos rienda suelta a la generosidad, la entrega
desinteresada, la amistad sin condiciones contractuales, el amor por los demás,
la acción de dar sin esperar nada a cambio, o quizás solo la sonrisa de aquel
que te devuelve de esa forma, las gracias por tu trabajo bien hecho.
Pues
así es la mujer con la que tiene la suerte de compartir su vida, el ingeniero
que le escribe desde el corazón, el poeta que hila versos perdidos en el fondo
de sus entretelas, el músico que canta con la felicidad en los labios, el
bloggero que aúpa en un rincón todo lo que escribe y que le pasa, el amigo, el
compañero, el amante y quizás, por qué no decirlo, el futuro padre de una niña
preciosa, que seguro llevará el nombre de esta santa, Santa Alicia, y que hoy
seguro estará dándole las gracias, frente a una pantalla de ordenador,
escribiendo unas letras que digan cuánto significa para él, la mujer con la que
comparte su vida desde hace una quincena de años. Su gran mujer llamada Alicia.
Qué
suerte tiene de tenerla a su lado.