sábado, 20 de mayo de 2017

"Me tengo que ir, me llaman de arriba"

Con motivo del triste suceso ocurrido en Madrid hace unos días, donde una pareja de jóvenes enamorados con la vida por delante y con un futuro prometedor, fallecía en un accidente ocurrido en un ascensor en el barrio de Salamanca.

Horas después la madre del joven fallecido, José Amián, recibía un poema de autor anónimo, que transcribo literal, y que pude leer en el diario Sur el pasado 18 de mayo.

"Me tengo que ir, me llaman de arriba"


Me tengo que ir, me llaman de arriba. El paso es difícil, y es mejor hacerlo
breve. No intentéis entenderlo, no dolerá menos.

Me tengo que ir y me llevo compañía. No me voy solo. Me voy con quién quiero.
Ya volamos juntos, directos al cielo.

No intentéis entenderlo, ha llegado mi hora. Me reclaman de arriba, para que 
desde allí os guarde.

Cuídate mamá, cuida de todos. Como siempre has hecho, como siempre haces, 
como siempre harás.

Me tengo que ir, para poder ayudarte, a cuidar de papá, a cuidar de mis
hermanos, a cuidar de quién más quiero.

Me sentirás a tu lado, cuando te cueste dormir, estaré en tu pensamiento,
estaré siempre junto a ti.

Y tú me llevarás dentro. Y cuando abras los ojos, no vayas a despertarme,
habré pasado la noche, velando vuestro descanso, cuidando de mis hermanos,
descansando en tu regazo.

Ya os espero donde debo y estoy bien acompañado de la persona que quiero.
Me tengo que ir, y junto a ella te espero".

Autor anónimo.

(DEP. Y que el amor que se profesaban se disperse entre aquellos que los querían).

martes, 16 de mayo de 2017

EL AMOR O LA PERFECCIÓN DE LA VERDAD

Si miramos al pasado con ojos de entusiasmo y admiración, nos podríamos detener en el genial Miguel Ángel, rival de Brunelleschi o de Da Vinci en una época en la que para "renacer" debías ser un artista completo, genial, irrepetible. Y se disputaban los encargos más importantes y los escaparates más sobresalientes. Para legarnos un puñado de obras arquitectónicas, escultóricas, pictóricas y también poéticas, que nos siguen conmoviendo, después de 450 años.. Como el poema que Miguel Ángel nº 107, que dice:

            "Mis ojos, que codician cosas bellas
            como mi alma anhela su salud,
            no obstentan más virtud
            que al cielo aspire, que mirar aquellas.
            De las altas estrellas
            desciende un esplendor
            que incita a ir tras ellas
            y aquí se llama amor.
            No encuentra el corazón nada mejor
            que lo enamore, y arda y aconseje
            que dos ojos que a dos astros semejen".

Pero volviendo a su obstinada y perseguida búsqueda de la perfección en todo lo que hacía, éste pensaba que:

"La perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas".

            Y aquí creo que es donde radica la sencillez de su razonamiento. Si nos entregamos abiertamente a las pequeñas cosas, a cultivar los pequeños detalles, los pequeños momentos, el culmen de todo ello será casi perfecto. Y en el amor ocurre igual, y por eso creo que en el amor, hay que ir venciendo pequeñas batallas; habrá momentos más complicados (como cuando llegan los niños), momentos placenteros (como una escapada romántica que renueva los votos contraídos hace años), momentos dolorosos (cuando comienzan a "ausentarse" los seres queridos) y momentos profesionales, que se comparten como una tarta en trozos más o menos iguales, para llegar a la ancianidad cogidos de la mano y ver el horizonte tras un mar bravo y a veces, calmo.
            Pero es que el amor es la perfección de la verdad, porque para ir andando el camino, no hay mejor vara donde apoyarse que la verdad, que la sinceridad o que la cristalina y transparente palabra, esa que refleje el estado del alma. Esa palabra que ciegamente te lleve hasta esa playa, donde el sol refleje las arrugas y donde el paso del tiempo se manifieste en forma de atardecer pausado.

               Ese atardecer que en Conil nos embriaga y que nos transporta a esa playa llena de niños y de alegría, luz, juventud y eternidad, amor y sincera amistad, y mientras las olas golpean nuestro corazón, la brisa se arremolina junto a nuestro cuerpo, y un escalofrío nos estremece cuando esas pequeñas caricias hacen su trabajo y logran la perfección del momento, irrepetible, inimaginable, porque cuando el amor se regala, no espera nada a cambio,

no se enfría, no se nubla,
no se evapora, no se congela,
no se resfría, no es tacaño,
no se ahoga, no se abandona…
Se cultiva, se renace, se riega, se va cociendo a fuego lento…

Por todo ello, te quiero felicitar para que recuerdes que Conil es nuestro pequeño oasis y que tú siempre serás mi verdad absoluta. Con mi corazón abierto para alcanzar la perfección de un amor que dura ya 20 años…

(Dedicado a mi esposa Alicia, con motivo de su XXXIX cumpleaños)
Te quiere,      Juanjo                                             
  15 de mayo 2017