domingo, 2 de mayo de 2021

Mientras siento su abrazo

 

Mientras despunta el día, con el suave murmullo de los pájaros ilusionados por el concierto al que nos acostumbran cada primavera, en esta primavera extraña suelen responderse en un código que no logro descifrar, lanzan tibios mensajes que rebotan en mi mente como un martilleo continuo o como un redoble de campanas, un teñir que me hace soñar aunque estoy despierto, con una extraña y lejana, pero a veces repetida, pesadilla. Que mi madre vuelve a abrazarme y cuando recorro los metros que nos separan, se esfuma como gotas de rocío sobre un cristal, dejando mis brazos abiertos, pero sin ser correspondido… ¿seguro, pienso cuando me lavo la cara y vuelvo a la cama?... ¿estoy seguro de no haber recibido su abrazo tierno?

Su último abrazo, que fue siempre como el primero, me trajo aromas de lavanda y de jazmín, ecos de nardos y azahar, anunciando ese abrazo una primavera eterna y un amor inigualable. Y cada vez que me acuerdo de ella, mientras alguna lágrima furtiva – aria que cantara magistralmente Alfredo Krauss – se escapa hasta la comisura de los labios, un elenco de sabores, aromas, sensaciones, escalofríos, recorre cada recodo de mi alma…y allí aparece su sonrisa dibujada en forma de abrazo perpetuo, en forma de beso perenne, que no se cae de los labios – como las viejas hojas de los árboles caducos – que permanece inmaculado y lleno de vitalidad, lleno de amor, relleno de generosa y amable dedicación, de entrega, de sacrificio, …

Sabores que ahora no se suelen solicitar en confiterías de moderna compostura…olores que reconfortan, olores que saben a lealtad, olores que llevan aparejado a una vieja red de pesca, el sentido de responsabilidad, el cebo del compromiso, y sobre todo, mientras que las floristerías desprenden versos nuevos de especies cruzadas para atraer a los advenedizos para cubrir un expediente, esos olores maternales no se olvidarán jamás. No se podrán reproducir en laboratorios clandestinos, no se podrán replicar en virus nuevos, y sobre todo, no mutarán…nunca podrán mutar el amor y la pasión con que una madre se entrega desde el primer segundo hasta el último minuto de su azarosa vida. Y ese amor – imposible de copiar ni hackear – se desliza por tu piel cubriéndola con el manto de la verdad. Con el manto de sinceras y verdaderas palabras…que – como capa de armiño – refresca tu piel y te hace sentirte como un Rey. Así me sentía yo. Y Así me sigo sintiendo cada vez que la recuerdo, cada vez que aquellos viejos aromas me recorren la médula – desde la cabeza a la punta de los dedos de los pies – y hacen que me sienta vivo, porque ella hizo el milagro más grande…hacéis el milagro más grande…DAR VIDA y sobre todo…RELLENAR DE ESA CREMA ESPECIAL A VUESTRO MILAGRO….que es vuestro hijo, que son vuestras hijas…

            Por ese motivo, mi dedicatoria a todas las madres, porque hacéis encaje de bolillos, multiplicáis los brazos, los abrazos, los pasos, miles de pasos diarios detrás de un pequeño milagro que va creciendo, que va demandando nuevos milagros, nuevos conocimientos, y mientras embadurnáis de esa crema a vuestro vástago, seguís aprendiendo…seguís creyendo que se puede…que la vida es dura, a veces dolorosa y trufada de miedos, desasosiegos, pero cuando ese milagro va cumpliendo años, y se hace adulto, y con el paso del tiempo hace sus propios milagros, … y una madre de verdad se mira en el espejo y se dice…qué orgullosa estoy de que ese sueño convertido en milagro y dos lágrimas se deslizan al unísono, a coro, y corren a abrazar a esa madre coraje que sin tenerlo previsto – y también llora con ellas – piensa que la vida le ha sonreído, que la vida ha sido generosa con ella. A pesar de todo lo vivido…

            Esos abrazos ya no se olvidarán, los sacrificios se apagarán en las brasas del olvido, los quebraderos de cabeza volarán y volarán subidos a un globo manejado por alguien allá arriba en las alturas – aquellos que hicieron el último viaje y que aún así siguen en un desvelo permanente por sus milagros que dejaron en la Tierra –, los problemas tendrán una solución enviada desde el más allá por correo electrónico, y quizás la tecnología que ahora nos ayuda, solo sea un vago recuerdo porque los sabores, los aromas, los abrazos de siempre, siempre reconfortarán a quién sepa reconocer todo el mérito que tenéis, todo el arrojo que desprendéis y sobre todo, el inmenso amor con que regáis vuestras plantas, y a quién se acerca a su sombra…

            Espero que cuando me toque hacer ese último viaje en ese globo, los hilos los mueva una madre que siempre, siempre, me cuidó con el suave y relleno dulce de amor perpetuo.

            Felicidades y espero que desde este día, esa crema rebose para siempre…

                        Con mi amor eterno a mi madre, Juanjo Argudo.